FanFIC no.153. 'En el teatro Dolby I. Kristen'

NOTA: EL FIC ROBSTEN DE IRINA SE PUBLICA LOS LUNES Y JUEVES

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                                                                                                    FanFICno.152

"EN EL TEATRO DOLBY I

KRISTEN."

Me preparé en mi casa, como acostumbro. No me gusta el rollo de otras actrices que se arreglan en el Hotel Beverly Hills o en el Four Seasons. Me siento con más confianza en mí misma si lo hago en mi propio cuarto de baño.

 

Baño hidratante, masaje, cremas para que la piel del cuerpo esté radiante y tersa, con un ligero brillo nacarado y un suave perfume. Preparativos que a mí me parecían interminables y en vez de relajarme me exasperaban aún más. 

Una semana antes ya había empezado con la limpieza de cutis, tinte, y un largo y tedioso etc. Pero estaba nominada al Oscar a la mejor actriz y era lo que tocaba.

Tara ya había hecho su trabajo semanas antes del crucial día y me dejó escoger entre tres modelos diferentes. Elegí un precioso vestido largo de Elie Saab, en chiffon de seda color verde esmeralda de hacía varias temporadas, pero eso a mí me dio igual. Debía ser un vestido con el que me sintiese cómoda. Era la ceremonia de entrega de los Oscar, no los MTV, y debía ser largo, elegante y sin estridencias. Aunque arriesgué apostando por un sugerente escote en v, tanto en el pecho como en la espalda y transparencias etéreas e intrincados adornos de pedrería y lentejuelas. 

 


Elegante y sexy a la vez, me dijo Tara. Y lo más importante de todo, me encontraba guapa con él puesto. Era ´´el vestido´´.
 

Como complemento tan solo un brazalete de oro y pavé de diamantes de Cartier y un par de sortijas de la misma firma.

Mi estilista hizo maravillas aquel día. Consiguió hacer desaparecer mis bolsas y tapo mis ojeras. Un masaje drenante, parches con vitaminas, un colirio azulado para los ojos enrojecidos y toneladas de iluminador. Cuando terminó conmigo me veía guapísima, con un maquillaje muy suave que dejaba entrever mis pecas y los ojos pintados con un irisado dorado verdoso que acentuaban el color de mis ojos. Me dejó el pelo suelto, liso pero sin plancharlo y le dio volumen. Aposté por un color pelirrojo suave. Ahora se llevaba de nuevo natural, fuera las hondas de hacía unos años.

-          Estás muy pálida así que voy a ponerte un poco subido el colorete, en tono melocotón que te va genial.

La barra de labios de un tono nude, muy suave y nacarado, como las uñas de manos y pies. Ruth se estaba tomando un té y nos miraba complacida.

-          Estás muy guapa, Kristen – dijo Ruth con rotundidad. 

-          Está noche vas a lucir espectacular y vas a ganar, claro que sí – dijo mi estilista. 

-          No os hagáis ilusiones. Probablemente no me darán el Oscar – añadí lacónica. 

-          Solo estar nominada ya es un premio tratándose de una película de bajo presupuesto. 

-          Sí, nadie lo esperaba  - asentí. 

-          Además, te ha costado mucho llegar hasta aquí – añadió Ruth.

Nadie podía saberlo mejor que yo. Había luchado por ese papel en el que nadie me veía con todas mis fuerzas.

-          Lo sé – suspiré. 

-          Cariño pero aunque no ganes tienes que aparecer deslumbrante, no sea que coincidáis tú y…

Ruth casi se atraganta con el té al escuchar a mi estilista. Hubo un cruce de miradas entre ellos y me di cuenta inmediatamente que los dos me ocultaban algo.

-          ¿Coincidir? ¿con quién? – dije con voz aguda, mirando a Ruth como si quisiera matarla con la mirada. 

-          Ay, ya he metido la pata – dijo mi estilista. 

-          Hasta el fondo – resopló Ruth. 

-          Ruth, ¿me quieres decir con quien puedo coincidir esta noche? – pregunté muy seria. 

-          Rob va a presentar uno de los premios – respondió aparentando calma. 

-          Lo sabe todo el mundo en Hollywood, nena. ¿Dónde vives? – exclamó mi estilista. 

-          ¡Oh, joder! ¡Genial! – maldecí irritada.

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Era lo que temía desde hace años y justo tenía que ser ese día.

Ya de camino al Teatro Kodak comencé a sentirme enferma. A medida que nos acercábamos me iba poniendo más y más nerviosa. En el coche se respiraba un ambiente tenso y tanto Ruth como yo íbamos en silencio. Me sudaban las manos y estaba helada, tenía la boca seca y un desagradable nudo en el estómago. Llevaba más de cuatro años sin verle y en realidad no sabía si quería o no quería encontrármelo. Al menos no ese día.

Justo lo que necesitaba para perder el poco aplomo del que dispondría esa noche. ´´Está claro que no lo he superado´´, reconocí. ´´Si no, no me pondría así, no estaría tan alterada´´.

-          Perdone, ¿puede poner algo de música? – le pidió Ruth al chofer -. A ver si nos relajamos un poco.

Me removí en mi asiento y carraspeé intentando quitarme aquel absurdo ahogo de la garganta. Cogí un botellín de agua y le estaba dando un sorbo cuando las primeras notas de ´´Flighless Bird, American mouth´´ me hicieron perder los estribos. ´´!Joder, lo que me faltaba!´´, maldije exasperada.

-          Por favor, ¿le importa quitar la música? – imploré.

Mi guardaespaldas lo hizo y yo respiré hondo intentando no hiperventilar.

Inspiré con fuerza y eché el aire para volver a darle otro sorbo a la botella de agua mineral. Estaba consiguiendo, con un esfuerzo titánico por mi parte, no tocarme el pelo ni la cara pero no podía parar de mover la pierna.

-          Kristen, tranquila, estás espectacular. Es tu noche, intenta disfrutarla.

  

-          Oh, Ruth – suspiré -. ¿Por qué tengo esta sensación tan…?

No pude terminar la frase. Me sentía asustada por toda la mezcla de sentimientos que estaba ocultando dentro de mí.

-          Paranoia tuya. Relájate. Tienes que tranquilizarte. Ni siquiera os cruzaréis, ya lo verás.

Esa afirmación de Ruth me inquietó en vez de calmarme. Y lo vi claro, ese era el problema, que en realidad me moría de ganas de encontrarme con Rob. Quería volver a verle.

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La alfombra roja fue un infierno, como siempre. Nunca lograré acostumbrarme. A pesar de los años transcurridos me sigue poniendo nerviosa ese escrutinio público tan teatral, tan falso. Los flashes que te ciegan, los gritos que te aturden. Solo hay que sonreír y sonreír, no escuchar. Luego las entrevistas a las que contesté casi lo mismo una y otra vez sin poder dejar de pensar en Rob y en si vendría acompañado. Aunque no era su estilo, solía ir solo a todas sus galas y premiers. Ese era mi mayor miedo en realidad.

A mí no dejaron de preguntarme obviedades, asqueándome con sus preguntas indiscretas, como siempre. 

La cretina de Kelly Osbourne, reportera de E News, tuvo que mencionar a Rob, cómo no.

-          Te vemos muy solita esta noche, Kristen.  

-          Vengo sola pero me iré acompañada, tranquila – dije sin dejar de sonreír.

Y continuó.

-          ¿Sabes que Rob Pattinson presenta un premio esta noche? – preguntó la presentadora. 

-          Claro, claro que lo sé – respondí con una sonrisa -. Vivo en Hollywood, soy de aquí ¿tú no?

´´Maldita estúpida´´, añadí para mí misma, intentando dominar mis nervios y mi mal genio.

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Rob era presentador del premio al mejor actor secundario. En esos cinco años se había convertido en uno de los actores más cotizados y su fama, muy a su pesar, era ya estratosférica. Había ganado el Globo de Oro el año anterior como mejor actor y había sido nominado como mejor secundario dos años atrás en los Oscar 2016. Estaba ultimando el guion de una película con Romain Gavras, acababa de rodar con los hermanos Cohen y Scorsese, había trabajado en Francia, continuaba participando en las películas de Cronenberg, se rumoreaba que había comido con Spielberg hacía poco y todos los directores de prestigio le querían en sus proyectos. 

Ese año terminaba su contrato prorrogado con Dior y sonaba de un modo atronador para ser el próximo James Bond. Aun así, seguía haciendo el cine que él quería y no se dejaba guiar por el dinero o los premios que pudiese obtener. En eso seguíamos pareciéndonos.

Cuando ya estaba a punto de entrar al teatro vi a mi padre supervisando la retrasmisión en directo, a pie de alfombra. Aún seguía trabajando. Un año más, dijo, a pesar de que ya tenía edad para retirarse. ´´Pero le encanta su trabajo´´, pensé sonriendo.

 

Nada más verme vino hacia mí y me abrazó.

 -          ¿Cómo va todo, cariño? – preguntó. 

-          Bien papá, pensé que sería peor, bien –asentí. 

-          Ya sabes, sé tú misma – dijo abrazándome con más fuerza. 

-          No puedo ser de otra manera – sonreí emocionada. 

-          Lo sé, hija. Por cierto, Rob ya está dentro. Ha llegado de los primeros y ha venido solo. Pensé que te gustaría saberlo - me susurró al oído.

Al escuchar su nombre el corazón comenzó a latirme con fuerza.
 

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La gala de la Ceremonia de Entrega de los Oscar de la Academia se celebra en el anteriormente llamado Teatro Kodak de Los Ángeles,  Dolby desde 2013, en la intersección entre Hollywood Boulevard y Highland Avenue, en pleno corazón de Los Angeles, a dos pasos del paseo de la fama.

A la alfombra roja comienzan a llegar los primeros actores en torno a las 2 de la tarde, aunque el programa en directo de los premios arranca a las 17,30.

El Dolby es la denominada "joya de la corona" de los escenarios para las celebraciones de Hollywood. Desde su apertura el 9 de noviembre de 2001, el teatro ha sido la sede de la Ceremonia de entrega de los Premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Americana. Los Premios Oscar se celebraron por primera vez en el teatro en marzo de 2002, convirtiéndose desde entonces en la primera sede permanente de los premios. 

El teatro fue diseñado específicamente para esta ceremonia y es una construcción de inspiración clásica, especialmente pensada para facilitar las retransmisiones en vivo desde el gran recinto sin la mínima intromisión para la audiencia. Tiene capacidad para más de 3.400 personas, divididos entre la platea de butacas y los tres niveles de palcos, lo que lo hace uno de los escenarios más grandes de USA. En el centro de una gran media luna se sitúan los medios de comunicación y las televisiones de medio mundo, que transmiten en directo uno de los espectáculos más vistos del planeta. La sala de prensa que se haya detrás del escenario, tiene capacidad para más de 1.500 periodistas. Todo un verdadero lujo y despliegue de medios pero claro, esto es Hollywood.

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Eran poco más de las seis de la tarde. Una vez en mi asiento y con la gala comenzada tocaba aguardar estoicamente durante alrededor de 4 horas. No me había cruzado con Rob en ningún momento y eso, en vez de tranquilizarme me estaba poniendo aún más nerviosa. Y cuando estoy nerviosa me entran ganas de hacer pis, soy así. Intenté aguantar pero cuanto más intentaba no pensar en mi vejiga más ganas tenía.

-          Ruth, voy a los lavabos – susurré.

  

-          ¿Ahora? ¿No puedes esperar? – musitó molesta. 

-          Si no lo hago seré la primera nominada al Oscar que se meará encima en directo con retardo de 5 segundos y ya he sido la primera que ha venido con muletas  – le dije mordaz a Ruth.

Así que para horror de Ruth, durante un número musical en el que sé por mi padre que no enfocan a la audiencia,  y aprovechando que estaba todo más oscuro, salí hacia los lavabos por una puerta lateral, a toda prisa y muerta de vergüenza.

´´!Esto solo me pasa a mí, joder!´´, me dije a mi misma intentando mantener mi precario equilibrio encima de mis Louboutines dorados, de camino a los lavabos de señoras. Las suntuosas alfombras y los suelos encerados no ayudaban en nada. Pero tenía prisa, así que me descalcé y proseguí a paso ligero con los zapatos en la mano.

Intenté mantener la dignidad sobre todo al pasar por delante del bar, donde un montón de colegas a los que les importaba bien poco la ceremonia y que no tenían ningún momento relevante disfrutaban de una copa, o varias.

´´Al menos hoy no llevo muletas y esta vez no podrán mofarse tanto´´.

Llegué sana y salva y una vez satisfecha mi inaplazable necesidad humana me dirigí al lujoso hall de los lavabos con la intención de regresar rápidamente a mi asiento entre las primeras filas de butacas del Dolby. Iba a salir de allí cuando me di de bruces con alguien. Caminaba distraída, nerviosa, agachando la cabeza por la fuerza de la costumbre y ni me fijé en nada ni en nadie hasta que choqué sin remedio.

Escuché una voz disculpándose y creí reconocerla al instante. ´´No puede ser´´, pensé. ´´Es solo mi imaginación´´.

Apenas acabé de susurrar una tímida disculpa cuando al levantar la vista me topé con sus hermosos ojos azules y cristalinos fijos en los míos. Y ya no pude pensar en nada más.