FanFIC no.131 'San Valentín. Kristen'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

NOTA: A PARTIR DE HOY ESTE FIC IRINA SE PUBLICA LUNES Y JUEVES

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

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FanFIC no.131

"SAN VALENTIN. KRISTEN"
Imágenes: Elena

No faltaba nada para terminar de rodar en Baton Rouge y Rob se llevó al cachorrito, aun sin nombre, a la sesión fotográfica con Annie Leibovitz, en los pantanos de Luisiana.

´´Si se te ocurre algún nombre mándamelo, preciosa´´, me dijo Rob antes de salir el sol, en un mensaje de móvil, de camino a la sesión fotográfica.

Rob pasó todo un día frente a una leyenda viva del arte de la fotografía. Annie Leibovitz fue la primera mujer en exponer su obra en la Galería Nacional de Retratos de Washington D. C. y la última en retratar a John Lennon antes de que éste fuera asesinado en 1980. Aunque sobre todo ella es conocida por sus retratos de celebridades. Estrellas del mundo de la música como los Rolling Stones, Sting, Iggy Pop… , y del cine, como Demi Moore, Angelina Jolie, Scarlett Johanson, Meryl Streep, Nicole Kidman, Brad Pitt. Y ahora Rob. 

En un descanso de la sesión fotográfica llamé a Rob. Me mataba la curiosidad de saber cómo era aquella mujer.

- Qué, ¿cómo va todo? – pregunté a Rob.

- ¿Ya tienes un nombre, preciosa? – preguntó él.

- No, aun no. No te he llamado por eso – sonreí -. ¿Y tú lo tienes?

- Tampoco – rió.

- ¿Cómo es Leibovitz? ¿Te lo estás pasando bien?

- No está mal, sabe lo que hace pero no lo estoy pasando bien del todo.

- ¿No? ¿Por qué? 

- Tengo que posar con un cocodrilo – dijo Rob tan tranquilo.

- Pero estará atado.

- No, ¡está sobre mis hombros!

- ¡Oh, joder! – exclamé.

- No te preocupes es pequeño – rió.

- ¿Y el cachorro?

- En la caravana con Dean. El tiene un par de perros y está encantado de cuidarlo.

- Menos mal.

- Pero el pobre está asustado. Y no solo por el cocodrilo, creo que son demasiados cambios en muy poco tiempo.

- Entonces se parece a ti cuando te conocí – reí.

- ¡No estaba asustado! – exclamó riendo.

- Sí que lo estabas – reí.

- Vale sí, lo estaba. Así que… creo que le voy a llamar Robert, Robby o algo así.

- ¡No, no! – chillé con una carcajada.

- ¡Pues piensa algo! ¡Rápido! Si no te juro que le llamaré Bobby.

Solté una carcajada y tuvimos que dejar de hablar porque la sesión de fotos continuaba.

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A su regreso yo ya había tenido tiempo de echarles de menos a ambos y los recibí con galletas, para humanos y para perros.

- ¿Qué tal con el caimán? – bromeé.

- Cocodrilo – puntualizó.

- Vale – reí.

- Lo he soltado en el pantano.

- ¿Cómo?

- Me… me daba pena el pobre bicho. 

Me eché a reír y le di un tierno beso en la mejilla

- Ay, Rob eres… - dije con cariño.

- Bueno, vamos a lo importante. Sin querer, Dean me ha dado una idea de cómo llamar al cachorro. 

- Dime, te escucho – dije sentándome a su lado.

- Estaba contándome algo de uno de sus perros, que de cachorro tenía miedo a las puertas, como este, que se asustaba de los ruidos, y me dijo que le puso un peluche viejo de su hijo pequeño para que se sintiese acompañado.

- ¿Dean está casado? – pregunté sorprendida.

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- Eso parece pero ya sabes que los guardaespaldas deben ser discretos y no dar datos personales en su trabajo – asentí -. Sigo, el caso es que con el peluche el perro se sentía mejor y yo le pregunté qué tipo de peluche era y Dean me dijo que un viejo oso. Yo le conté que de pequeño tuve uno al que llamaba Bear y entonces se me ocurrió llamarle así.

- ¿Llamarle Bear?

- Sí, ¿te gusta? – preguntó expectante.

- Pues… sí. Bear – repetí.

- Pues ya está. Se llamará Bear – dijo entusiasmado.

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Llegó San Valentín y en el set todo el mundo se puso romántico. Bill decidió que dada la sobredosis de azúcar imperante en el ambiente debíamos aprovechar para grabar las escenas de piano con Rob y las niñas que mediante los efectos especiales se convertirían en Renesmee. Rob no se lo tomó muy en serio y todos tuvimos una buena dosis de sus payasadas.

- Ya sabes que no tienes por qué hacerlo. No necesito celebrar San Valentín. Es una fiesta consumista y estúpida – le dije en su caravana, durante un descanso en el set.

- Y luego soy yo el poco romántico – rió Rob.

- No eres poco romántico, ¿contento? – farfullé.

- Entonces déjame celebrarlo contigo – susurró besándome en los labios con ternura, una ternura que jamás he visto en ninguna otra persona.

Acepté su invitación. Rob me convidó a una cena romántica en nuestro restaurante y vinoteca favorita, The Loft, en 10111 Perkins Road, Suite 140, en Baton Rouge. Días atrás habíamos cenado allí con todo el cast y parte del equipo como despedida. 

Nos habían tratado muy bien, es decir, como a gente normal, con respeto. Simplemente nos habían servido su sabrosa comida con una sonrisa y sin molestarnos. Era un lugar muy tranquilo y discreto donde podíamos sentirnos a gusto comiendo comida casera y escuchando buena música.

La noche del 13 de febrero Rob y yo entramos por la salida de emergencia, al piso superior del restaurante y antes de sentarnos Rob habló algo con el encargado, que ya nos conocía.

- ¿Qué le has dicho? – susurré sentándome a la mesa.

- Que no queremos ser molestados por nadie, hoy no. No quiero cámaras, ni fotos con fans. Solo por hoy. Quiero cenar a solas contigo – dijo muy serio, agarrando mi mano sobre la mesa.

- Yo también – dije apretando su mano.

Pedimos gambas con salsa Ramoulade, unos deliciosos hojaldres que ya habíamos probado y Filet Mignon con salsa de champiñones regado todo con un excelente Chardonnay. 
De postre tarta de queso para mí, crema quemada para Rob, más una botella de Veuve Clicquot. 

Esa noche el local había sido decorado para la noche de los enamorados y al ambiente íntimo que daban las velas encendidas sobre las mesas se unió una suave música. Nath King Cole nos acompañó durante la cena. 

- Tengo algo para ti – dijo Rob casi al final de la velada, tendiéndome una cajita de cartón.

Me dio un vuelco el corazón pero enseguida me di cuenta de que era más grande que el estuche de un anillo de pedida y en parte me calmé y en parte sentí cierta desilusión.

- Habíamos quedado en que no nos haríamos regalos – me quejé con ternura. 

- Tú habías quedado – sonrió.

- Pero yo no tengo nada para ti – dije avergonzada.

- No importa. No es exactamente un regalo. Abrelo.

Le miré algo turbada e incómoda y abrí la cajita. Vi que dentro había una llave.

- ¿Una llave?

- Sí, es la llave de la puerta de la casa de Los Feliz, nuestra casa. 

- ¡Rob! – exclamé sorprendida -. ¡Ya tienes las llaves!

- Esta no es la de la puerta principal, es una llave que me ha dado Nick de alguna antigua cerradura de la casa. Pero he pensado que ya que la semana que viene tengo que ir a L. A. para comenzar a promocionar ´´Agua para Elefantes´´y que tú no tienes que rodar podrías venir conmigo y… y ver por fin la casa.

Asentí y me acerqué a besarle. Nuestras bocas se juntaron y nos besamos durante un rato, lenta y profundamente.

- Pensé que… que sería otra cosa y me he puesto nerviosa.

- ¿Qué pensaste? – susurró Rob acariciando mi mejilla.

- Que… que sería un anillo – dije bajando la mirada avergonzada.

- ¿Otro? Ya tienes muchos – rió Rob.

Le miré para quejarme pero me di cuenta que me estaba tomando el pelo y sonreí negando con la cabeza.

- No me refiero a un anillo… normal – susurré.

Rob me miró fijamente y me sonrió con tanta dulzura que de nuevo me hizo bajar la cabeza mortificada. En ese momento me sentía una estúpida.

- Ya lo sé.Comprendo. Te refieres a ´´ese´´ anillo – matizó.

- Sí, ese –asentí.

- Lo tendrás cuando tú quieras. Lo que pasa que… no quiero que salgas corriendo.

- ¿Eso crees? ¿Que voy a salir corriendo? –pregunté ofendida.

No contestó. Suspiró y volvió a escrutarme con sus claros ojos grises y sentí como un dulce cosquilleo se alojaba en mi estómago. Di un sorbo al champán sin que Rob apartara sus ojos de mí ni un instante.

- No te enfades pero… – susurró.

- No, no lo haré – murmuré.

Rob hizo una pausa, bajó la mirada y volvió a subirla para dirigirla directamente a mis ojos.

- Es que… siempre tengo la sensación de que un día me daré la vuelta y al volver la vista de nuevo no estarás más – dijo de un tirón.

El corazón me dio un vuelco ante aquella confesión tan dolorosa.

- ¿Por qué? – pregunté apenada.

- No lo sé. Me ocurre desde que te conocí.

- Sería idiota si lo hiciese – susurré con tristeza y besé su boca con avidez, voraz y anhelante. 

Mientras lo hacía la angustia por lo que Rob me acababa de revelar, por su desconfianza, hizo que mis lágrimas afloraran sin querer. Se me llenaron los ojos de ellas y al cerrarlos para ir a besarle no pude retenerlas y pronto se deslizaron rápidas por mis mejillas. Rob lo notó y enseguida dejó de besarme para mirarme preocupado.

- Eh…..shhhhh. ¿Estás bien, preciosa?

- Sí, es que no pensé que te sentías así conmigo – suspiré limpiándome las mejillas con las manos.

Rob me las apartó con suavidad y pasó sus manos por mi rostro, arrastrando las lágrimas con sus dedos.

- Es mi dichosa inseguridad, amor – susurró besando mi frente.

- No quiero que te sientas así – le exigí angustiada -. No voy a desaparecer. En realidad…

- ¿Qué? – susurró tomándome por la cintura y acercando su silla a la mía.

- Siempre he pensado que te hartarás de mí un día de estos y que serás tú el que te irás.

- No lo haré – me dijo muy serio, tomándome por la barbilla para que le mirara -. Siempre te voy a querer, siempre.

Y esas palabras dulces y sinceras como Rob, como es él, me llenaron el alma de paz y confianza.

...CONTINUARA...