FIC IRINA '50 Sueños de Verano' Relato 25 'Londres IV'

Los FICs de este Blog quedan organizados de la siguiente manera: 

LUNES:  FanFic Robsten de Irina,      

                      Fic la Fundación de VTeam ***NUEVO***
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim

MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim

                   Fic la Fundación de VTeam  ***NUEVO***
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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Aviso sobre los FICS, sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que nos leen ya que aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones (Lemons). Personas impresionables fácilmente y de mente no abierta dejamos a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no.                          

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FIC-IRINA  50 Sueños de Verano'

Cap. "Londres IV"

por IRINA (Irene Mendoza)
Imagenes: Elena

´´Tengo la tarde libre. Pero esta vez eliges tú el lugar´´, me había dicho Rob. 

A la mañana tiene una reunión de trabajo y una entrevista en la radio así que tenemos que despedirnos no sin antes apurar unos últimos minutos preciosos dedicados a explorarnos, deleitarnos el uno con el otro, con dedicación y ardor. 

Me voy a casa y menos mal que es lunes y Bea trabaja porque no me encuentro preparada para un interrogatorio exhaustivo made in mi amiga. Me siento completamente turbada, confusa, nerviosa, aturdida por este cúmulo de sensaciones que amenazan con estallarme en forma de carcajadas y lágrimas, todo a la vez. 

Estoy feliz, me siento henchida de felicidad y me parece que he vuelto a mis 20 años, cuando no existía la rutina, todo era al cien por cien y creo que esta ciudad donde un día fui muy feliz tiene algo que ver y que me trae suerte. 

* * * 

Rob y yo hemos quedado para comer y sé exactamente donde quiero llevarle. Me preparo frente al espejo, fiándome de mi propio criterio. Vaqueros azules, camiseta, chaqueta oscura y pelo recién lavado y suelto. No me complico porque me miro en el espejo y no reconozco a la mujer que tengo delante. Estoy… espectacular. 

Con un suave rubor en las mejillas, sin ojeras a pesar de la increíble noche pasada, y los labios rojos, como mordidos, hinchados. Sonrío al tocarlos. Es que están mordidos, mordidos por Rob. 

Me los pinto con mi rojo de labios preferido, cremoso y brillante, suspiro y cojo prestado el bolsito con cadena de Chanel de Bea, el de cuero negro que tanto me gusta y miro por la ventana para comprobar que Rob es puntual. Ya tengo un taxi en la puerta esperándome. 

La puerta se abre, me asomo y dentro esta Rob, sonriéndome, vestido con una camiseta de pico blanca y sobre ella una camisa sin mangas y vaqueros, guapísimo. Se quita unas Ray-Ban oscuras y me quedo sin aliento. ´´Es como lo imaginaba, no decepciona en absoluto´´, me digo. 

Me invita a entrar, me hace sitio a su lado y sin decir nada me pasa el dedo pulgar por los labios retirándome el carmín para después besarme con pasión. 

- Así me gustas más. Estás preciosa – dice junto a mi boca. 

Tengo la piernas como flojas y siento calor por todo mi cuerpo por culpa de ese breve pero intenso beso. Rob se frota el carmín en un pañuelo que guarda en el bolsillo y me mira. Yo no acabo de bajar a la tierra porque a lo largo de la mañana, sin él a mi lado, he tenido la sensación de que todo había sido solo un maravilloso sueño pero ese beso me ha confirmado que es real todo lo que me está pasando. Respiro profundamente intentando sobreponerme a su mirada, a su boca, a su presencia que me invade por completo y le sostengo la mirada. 

- Bueno, tú dirás – sonríe con ternura tomándome la mano - ¿A dónde me llevas? 

Le sonrío con picardía y me dirijo al taxista sin que Rob suelte mi mano en ningún momento. 

- Al Soho, Bar Italia, por favor, 22 de Frith Street 

* * * 

El Bar Italia tiene el aspecto de un café italiano clásico. El rojo y el blanco y la formica es una parte importante de la barra pero la estrella es la máquina de café Gaggia, que lleva allí más de cincuenta años. 

Rob me cede el paso y se sienta en un taburete, no sin antes ofrecerme el de al lado. Lo hace de espaldas a la puerta y alejado del resto de la gente y sé que ese gesto forma parte de sus precauciones diarias, que no quiere ser observado en exceso. 

- ¿Habías estado aquí alguna vez? – le pregunto sentándome junto a él,en la barra. 

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- Pues, creo que sí – se ríe -. Pero francamente, no lo recuerdo porque lo más probable es que estuviese con una buena borrachera y fuese primera hora de la mañana. 

- Ya, es típico venir aquí para ´´ desayunar´´ – me río con sarcasmo. 

- Viví aquí en el Soho – dice pensativo -. Parece que han pasado cien años de aquello. 

- Yo venía mucho por aquí cuando vivía en Londres. Me encanta, parece una cafetería de verdad, de las de toda la vida, no un frío establecimiento de franquicia, tiene algo… 

- Sí, como si el tiempo se hubiese detenido aquí dentro. 

- Eso es. 

Nos miramos y sabemos que nos entendemos, que funcionamos en la misma longitud de onda, que tenemos un alma parecida a pesar de la diferencia de edad. Rob me acaricia la cara y parece tentado a darme un beso pero creo que no se atreve, que no tiene por costumbre demostrar afecto en público. Le sonrío para que sienta que lo sé, que comprendo porque lo hace y el me mira a los ojos sin pestañear hasta que baja la mirada. Su timidez me hace sentir ternura por él. 

- Yo voy a pedir… un espresso. ¿Que quieres tú Rob? – digo su nombre y me encanta como suena esa cercanía entre nosotros. 

- Uhmmmmm… otro. 

Pedimos un par de espressos, especialidad de la casa. El camarero pone en marcha la máquina de café Gaggia y el aire se impregna del olor al café. 

- Soy adicto al café – dice Rob aspirando el aroma – No puedo pasar un día sin tomarlo. 

- Yo también – digo haciendo lo mismo -. El mío templado, por favor. ¿El tuyo? 

- También templado. 

Los dos nos echamos a reír pero paramos cuando llega el camarero con nuestras tazas blancas sobre su correspondiente platito. 

- Dos espressos templados, mezcla secreta de la casa desde 1949, solo el mejor café – dice un camarero con camisa blanca, corbata y muy sonriente posando las tazas frente a nosotros. 

- Si entras y dices como quieres el café te lo preparan a tu gusto, exacto. Díselo a él dos veces y nunca tendrás que repetírselo, él se acordará – le digo a Rob señalando al camarero y este asiente. 

- Vaya, estoy impresionado. Conoces Londres mejor que yo. 

- No, no lo creo. Solo me encanta esta ciudad – digo removiendo la espuma. 

- A mí también. Aquí soy mucho más anónimo que en ninguna otra parte y es raro. ¿Ves? Nadie me ha pedido una foto aun. 

- Bueno, esas de allí te miran con ojillos tiernos – digo bajando la voz. 

- No pienso darme la vuelta – se ríe. 

Rob me mira y toma mi mano acariciándola con sus dedos largos y suaves. Comienza a sonar una canción romántica italiana, ´´Il Mondo´´. 

- Muy apropiada – dice Rob. 

- Sí, como si fuese una película, cuando de repente suena la música adecuada. 

Me mira sonriendo, parece que le divierte estar conmigo. Se le nota relajado y contento. 

- Es muy fácil hablar contigo – susurra. 

- A mí me pasa lo mismo. 

Sigue mirándome a los ojos y siento como el pulso se me dispara. Parece que está pensando lo que quiere decirme, escogiendo las palabras 

- Oye… yo no quiero que pienses que… Quiero decir… lo de anoche no suele ser lo habitual, más bien soy una especie de ermitaño por que no sé… nunca sé si puedo fiarme de quien no conozco. Es difícil en el mundo en el que vivo. Casi todo el mundo quiere algo de mí y tengo que protegerme. 

- Lo comprendo – susurro sin dejar de mirarle. 

- Pero contigo es como una especie de… conexión desde que te vi y… me siento seguro. No suele ocurrirme eso, es… extraño, perturbador y triste a la vez. 

Asiento, es lo que más deseo, que confíe en mí, que sepa que no voy a traicionarle corriendo a tweetear sobre él o peor aún, a vender nuestra noche juntos a un diario sensacionalista. 

Su mano acaricia mi mejilla hasta mi cuello para enredarse en mi pelo. Me acerca el rostro al suyo y me da un beso muy tierno en la boca, tomando mi labio superior, tirando un poco de él, haciendo un suave ruidito húmedo. 

También sé porque piensa que es triste nuestro encuentro. Siento que él, al igual que yo, lo sabe, sabe que podría pasar, que si viviésemos en un mundo diferente o nos hubiésemos conocido en otras circunstancias todo sería perfectamente natural, que dejaríamos fluir este naciente sentimiento que tengo agarrado en el pecho, que me abruma y me deja sin aliento. Que lo que compartimos anoche fue algo más que fluidos y una cama. Pero lo callo, no digo nada porque sé que si lo hago me provocaré a mí misma un dolor demasiado agudo. ´´Se va en apenas 8 horas y yo en unos días y no hay otra´´, me digo. 

Poso mi mano sobre mi pecho. Rob continúa inclinado hacia mí, suspira y cierro los ojos un momento. Vuelvo a abrirlos y me topo con los suyos, fijos en los míos. Me sonríe y se separa de mí para apurar su taza de café. No quiero que sienta mi tristeza y saco fuerzas para sonreírle. 

- ¿No tienes hambre? Ya es hora de comer – pregunta de pronto. 

- No mucha. 

- Pues yo sí, no he desayunado en condiciones. Me muero de hambre pero no sé qué pedir. Tienes que ayudarme. Aconséjame. 

- Creo que he tenido la culpa de eso – sonrío y me sonrojo un poco dando un último sorbo al café -. Vale. Te recomiendo el bocadillo XXL de mortadela, mozzarella y tomate, todo un clásico del Bar Italia. Pero el de peperonni tampoco está nada mal. 

- Genial – dice frotándose las manos. Suena muy bien. Pediremos uno de cada. 

* * * 

Rob se ventila sus bocadillos en un abrir y cerrar de ojos. Me divierte verle tan relajado e informal, disfrutando de esa tarde de agosto. Su maravillosa sonrisa disipa mis pensamientos más sombríos. 

- Yo no puedo con todo – resoplo -. ¿Quieres comerte lo que queda del mío? 

- Sí, está riquísimo – dice atacando mi plato sin dudar, haciéndome reír. 

- Deberíamos habernos sentado en la terraza con esta estupenda tarde pero no quiero tentar a la suerte – dice girándose y mirando a la calle bulliciosa. 

- No tienes que disculparte, me hago cargo. 

- Gracias, es la costumbre. Estoy siempre disculpándome por todo – dice poniendo los ojos en blanco. 

- Bueno, eso es algo muy inglés. 

- Sí – se rie -. ¡Jodidamente inglés! 

Me acaricia el pelo y lentamente enreda sus dedos en un mechón para colocármelo tras la oreja. Me mira y siento su anhelo. Le deseo, con muchísima intensidad y respiro profundamente haciendo que él suspire a la par. Mira el reloj y frunce el ceño. Sabe que nos queda poco tiempo que las horas pasan inexorables. 

- ¿Quieres dar un paseo? – susurra disponiéndose a pagar. 

- Sí pero solo si me dejas pagar a mí. Te he traído yo y yo invito. 

- De ninguna manera. ¿Qué clase de tipo crees que soy? 

- Un tipo encantador pero algo anticuado – sonrío sacando mi monedero. 

- Ni hablar – sonríe negando con la cabeza. 

- Anda… por favor – coqueteo con él acariciando su pecho y dándole un suave beso en los labios. 

- Eso me ha convencido – dice riéndose y tomándome por la cintura para bajarme del taburete. 

Pago sin perder de vista su increíble sonrisa mientras el camarero nos mira indeciso. 

- Perdonen – dice con mucha educación -. No quiero molestarles pero… el caballero me recuerda mucho a alguien y no sé… 

- No pasa nada. Siempre me confunden, amigo – dice Rob con alegría. 

Y nos vamos hacia la puerta, riéndonos como dos críos. 

...CONTINUARA...