FanFIC no.163. 'Almas gemelas II. Rob'. CAPITULO FINAL.

NOTA: EL FIC ROBSTEN DE IRINA SE PUBLICA LOS LUNES Y JUEVES

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                                                                                                    FanFICno.163

"ALMAS GEMELAS II.

ROB."
(CAPITULO FINAL)

-          -   Te vas a tener que casar conmigo, nena – reí apuntándola con el dedo.

Kristen asintió suspirando con fuerza, riendo emocionada, abrumada. Creí que iba a llorar de nuevo pero para mi alivio no lo hizo. En vez de eso  me miró, sonrió y por un instante su rostro pareció llenarse de una especie de luz. Era la misma luz que tenía la primera vez que la vi, cuando no existían penas ni en su alma ni en la mía, y no había recuerdos que expiar. Hacía casi 11 años ya, con esos 17 que no volverían jamás.
   

-    No sé si estás asustada o… - dije conteniendo el aliento.

No me dejó terminar. Me puso un dedo sobre los labios haciéndome callar y se aferró a mí con fuerza, abrazándome, riendo y haciendo, con el calor de su cuerpo y el sonido de esa risa, que todas las sombras del pasado se disipasen para siempre en un solo instante.

-          Tengo todavía el anillo, la cadena, todo. No quisiste llevártelos y los guardé ¿No te acuerdas? – dijo mirándome a los ojos y esa mirada que me dedicó, llena de tristeza, me partió el alma.

-          Pensé que los habrías empeñado o vendido en una subasta – bromeé intentando alejar esa bruma triste de sus inmensos ojos verdes y de su alma.

-          No podía deshacerme de ellos – susurró con los ojos brillantes.

Besé su frente tomando su cabeza entra mis manos y una lágrima, tan solo una, rodó por su mejilla cayendo sobre mi cuerpo.

-          Mira que eres llorona… - sonreí besándola en la boca.

-          Es por tu culpa, siempre lloro por tu culpa – rió besándome con más fuerza.

-          Voy a comprarte uno nuevo en cuanto lleguemos a Londres, uno de esos de compromiso – le dije besando su frente una vez más, con el pecho dolorido de puro amor por ella.

-          No hace falta – rió con voz temblorosa.

-          Me da igual, lo haré de todas formas – dije susurrando ronco de deseo.

Después la besé como un desesperado, muy lento, profundamente, con veneración y pasión, hasta dejarla débil y entregada, sujetándola con fuerza entre mis brazos.

Sentía tanta ternura y amor por ella que deseé poder borrar con mis besos todos sus sufrimientos, sus lágrimas derramadas, su dolor, el que me callaba en esos momentos.

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No hubo problemas, cambié mi vuelo para poder irme con Kristen y tras el desayuno, que fue más bien comida tardía, Ruth apareció con su pasaporte y algunas otras cosas que le había traído de su casa de Los Feliz.

-          Ruth… - salude con la mano, sonriendo y en albornoz.


-          Rob… - me saludó con una sonrisa.

Ruth Bernstein se había portado como una buena amiga con Kristen y había cumplido su palabra a pesar de lo mucho que los dos le estábamos complicando la vida con nuestro repentino regreso.

Tras el saludo salí del salón de la suite y me metí en la habitación para dejarlas arreglar sus asuntos profesionales. Al rato Ruth se fue y regresó Kristen muy sonriente.

-       -  Ya está todo arreglado. ¡Ruth es la leche! Me puedo ir tranquila a Londres – sonrió acercándose y besándome con cariño.

La abracé y besé su frente con ternura atrayéndola hacia mí para sentarme en el sofá de la suite, con ella en mi regazo.

-          ¿Estás contenta? – dije acariciando la forma de su boca con las yemas de mis dedos.

-          Feliz – susurró en mi boca, besándome con pasión -. Ruth ya lo ha arreglado todo. Una ganadora del Oscar se merece un descanso, ¿no?

 
Se había puesto tan solo mi camisa blanca y estaba realmente deseable. Mi mano se dedicó a soltar lentamente los botones de la camisa para dejar al descubierto sus pechos desnudos. Los contemplé con fervor y se los acaricié sin prisa. Ella me miraba dejándose hacer, enredando sus manos en mi pelo poniendo la cara más lujuriosa del mundo.

-          ¿No te arrepentirás? –  susurró sobre mi rostro con aquel poso de tristeza aun en la mirada.

-          ¿Eso crees? - musité mirándola a los ojos -. Jamás, amor.

La besé metiendo mi lengua en su boca, con rabia, dejándola sin poder responder a mí pregunta, queriendo arrancar para siempre esos sombríos pensamientos que la atormentaban.

Kristen gimió enredando su lengua con la mía y se removió sobre mi entrepierna con la camisa abierta, rodeando mi cuello con sus brazos. Desató el cinturón de mi albornoz y se colocó sobre mí, sentada, acariciándome con la suave piel de sus cálidos glúteos. Enseguida sentí como mi miembro se endurecía al contacto con su trasero desnudo y no tardé nada en penetrarla.

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Se acurrucó entre mis brazos reposando su cabeza sobre mi hombro, en el hueco de mi cuello y respiró mi aroma con los ojos cerrados. Yo la acuné con ternura agotado.

-          Me encanta tu olor – susurró con su voz algo ronca.


-          Y a mí el tuyo. Hueles tan bien, nena… Lo echaba de menos.

Era cierto, había añorado su aroma sobre todas las cosas, algo cálido y dulce que me ataba a ella, que sentí desde la primera vez que estuve cerca de su piel.

Comimos desnudos sobre la cama, como habíamos hecho tantas otras veces y hablamos de cosas, de muchas, casi todas banales pero que allí, en aquel momento, cobraban gran importancia para nosotros. En proyectos, en futuras películas, en aquel guión que habíamos dejado inacabado.

No iba a ser fácil, ya lo sabíamos de sobra pero pasase lo que pasase merecería la pena, siempre. Estaba en nuestra mano que así fuese, en la de ambos.

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Estábamos preparándonos para marcharnos, mirándonos felices y nerviosos a la vez, parando para besarnos de vez en cuando, cuando sonó mi móvil.
  

-          Sí, dime Dean.

-          Perdona Rob pero creo que tenemos una legión de paparazzis en la puerta – me dijo muy serio.

-          ¡Joder! Ya empezamos – resoplé rabioso.

-          ¿Qué pasa Rob? – preguntó Kristen preocupada por mi repentino tono enfadado.

Le hice una seña con la mano para que aguardase y continué hablando con Dean.

-   -   Vale, tú espéranos en la entrada y trae refuerzos, dos más al menos. No quiero que la molesten.

Colgué y miré a Kristen que permanecía parada delante de mí, con los ojos muy abiertos.

-          Hay paparazzis en la puerta. Alguien del hotel se ha ido de la lengua pero tranquila, Dean lo arreglará – le dije intentando calmarla, acariciando su pelo.

-          ¡Mierda! – bufó rabiosa.

-          No te preocupes. En cuanto bajemos al vestíbulo Dean te acompañará por la salida de emergencia y…. y yo saldré por la puerta principal. Nos encontraremos en…

-          Rob, no – dijo muy serena.

-          ¿No? – pregunté extrañado.

-          No vamos a huir ni a escondernos. No lo haré más, estoy harta. Saldremos juntos – dijo tomando mis manos, mirándome con confianza y determinación.

-          ¿Estás segura? Porque yo también estoy harto, preciosa  – sonreí orgulloso de ella.

 -          Completamente – susurró justo antes de besarme con pasión.

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Bajando en el ascensor iba absorto en mis pensamientos, con el ceño fruncido e insultando entre dientes a los malditos tipos que se pasan la vida persiguiéndonos, cuando noté su mano acariciando la mía.

-          ¿Estás bien? – susurró Kristen con la preocupación reflejada en su bello rostro.


-          Más o menos – resoplé ansioso – Ya sabes cómo me cabrean esos tipos.

Kristen acarició mi brazo con ternura.

-      -         No dejes que nos jodan, Rob.

El hilo musical homenajeaba a Otis Redding y su ´´Your Love Has Lifted Me Higher & Higher ´´. Miré a Kristen a los ojos y solo eso hizo que me relajara y que desarrugase mi frente asintiendo. Sonreí y comencé a tararear la canción.

Tu amor me mantiene elevándome más alto

De lo que nunca había sido elevado antes
Así que dame amor
Que es mi deseo, honey
Yo voy a estar a tu lado
Para siempre

-          Estás contento – dijo sonriendo -. Siempre cantabas así, tarareando y silbando cuando estabas feliz.


-          Lo estoy, sí – le sonreí con ternura.


-          ¡Y que les jodan a los paparazzis! – dijo riéndose.

Con ella a mi lado me sentía fuerte, más fuerte que nunca para afrontarlo todo.

La mañana siguiente traería un nuevo día lleno de esperanzas, sueños por cumplir y una sola certeza, que al despertar estaríamos juntos. La única que necesitaba.

Y nada más era importante entonces ni lo es ahora. Los que nos odian, envidian y malmeten contra nosotros pierden su tiempo. Que sigan, da igual. Pero están malgastando un tiempo precioso de sus vidas cuando lo que deberían estar haciendo es buscar a alguien a quien amar.

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Salimos del hotel con las gafas de sol puestas para no tener contacto visual con lo que nos esperaba fuera y en cuanto puse un pie en la calle los flashes comenzaron a  dispararse ante nuestros ojos. Yo intenté tapar a Kristen con mi cuerpo, por instinto, por costumbre y ella me tomó de la mano para aferrarse a ella con fuerza.

Ellos nos gritaban: ´´Rob, Kristen, ¿habéis vuelto?´´ ´´¿Rob, no tienes miedo de que te vuelva ser infiel?´´ ´´Kristen, le pondrás cuernos de nuevo?´´ ´´¿Rob, te gusta ser un cornudo? Y nosotros sin poder evitar sonreírnos el uno al otro, diciéndonos con los gestos, las manos, las miradas, con el cuerpo ´´no les escuches, no les mires´´. Cerré el puño de una mano intentando contener en él toda mi rabia y apreté con fuerza la suya. Entonces Kristen se asió más aún a la mía.

Dean iba delante y los otros dos guardaespaldas de la agencia detrás de nosotros. El abrió la puerta con lunas tintadas del coche que nos esperaba y después se ocupó de nuestras maletas. Esperé fuera del coche y dejé pasar a Kristen primero. Justo antes de entrar ella levantó la otra mano, la que no tenía entre mis dedos y les hizo a los paparazzis una de sus famosas peinetas sin ni siquiera girarse, demostrándoles todo nuestro desprecio, el que ambos sentíamos.

Escuché como se reía y sonreí. ´´Genio y figura´´, pensé con orgullo. Una vez dentro del coche nos acomodamos respirando hondo, aliviados y justo cuando el chofer se puso en marcha hacia el aeropuerto sonó mi móvil.

-          ¡Tom!, ¿qué tal? – dije feliz de que fuese mi amigo.


-          ¿Cuándo llegas, tío?


-          Salgo de N. Y. a eso de las 12. Sobre las… 6 de la tarde de Londres, más o menos.


-          ¿Y tu padre?


-          Parece que mejora con el tratamiento, eso me dijo mi madre ayer. Ya sabes, es duro de pelar – dije contento de poder darle buenas noticias.


-          ¿Es Tom? – preguntó Kristen.

Asentí y puse el móvil en manos libres para que Kristen pudiese escucharle.

-          Me alegro mucho, tío. Ya tenemos algo más que celebrar.


-          ¡Hola Sturridge! – gritó Kristen

-          ¡Eh!, ¿qué haces ahí Stewart?


-          Voy a Londres, nos vamos juntos. Ya te contaremos – rió -. ¿Qué celebras?


-          Que Marlow va a tener un hermanito.


-          ¡Enhorabuena! ¡Genial! – grité.


-          ¡Tom, tío, felicidades! – le dije emocionado.

-          Eh, vosotros. Me alegro un montón por los dos. Lo sabéis.

-          Tenías razón – le dije entusiasmado.

-          ¡Dime que tengo parte de culpa! – rió.


-          ¡La tienes, capullo! – reí.

-          Gracias, Tom – dijo Kristen.


-          Y vete preparando. Tienes que empezar a pensar en el discurso del padrino – añadí.


-          ¿Qué? – preguntó Tom.


-          ¡Tenemos boda! – dijo Kristen.

Kristen rió a carcajadas y me besó en la mejilla.

-          ¿Boda? ¿De quién?


-          ¡La nuestra! – gritamos los dos a la vez.

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Ahora recuerdo que de camino al aeropuerto yo iba medio dormido y alguien puso la radio. Creo que fue Dean y que sonaba una vieja canción de Charles Aznavour versionada por Elvis Costello. Kristen estaba hablando por teléfono con su madre y mientras yo, rendido tras casi toda la noche sin dormir, me quedé escuchando la letra de esa canción, sosteniendo su mano en la mía, la que ella acariciaba suavemente mientras charlaba con Jules.

Aquella letra me hizo darme cuenta de que durante esos diez años Kristen había sido lo que decía esa letra, todo eso. Porque ella lo era todo, todo lo que hacía que la vida tuviese algún sentido y que valiese la pena.

Ella, puede ser el rostro que no puedo olvidar,
un rastro de placer o de pesar,
puede ser el tesoro o el precio que tengo que pagar.

Ella, puede ser la canción que canta el verano,
puede ser el frío que trae el otoño,
puede ser un centenar de cosas distintas
a lo largo de un día.

Ella, puede ser la bella o la bestia,
puede ser la necesidad o la abundancia,
puede convertir cada día en un cielo o en un infierno.

Ella, puede ser el espejo de mis sueños,
la sonrisa reflejada en un arroyo,
Ella, puede no ser lo que parece,
dentro de su coraza.

Ella, que siempre parece tan feliz entre la multitud,
cuyos ojos pueden ser tan humildes y tan orgullosos,
a nadie se le permite verlos llorar.

Ella, puede ser el amor que no puedes esperar que dure,
puede venir a mí desde las sombras del pasado,
que recordaré hasta el día de mi muerte.

Ella, puede ser la razón por la que sobrevivo,
la causa y el por qué estoy vivo.
A la que cuidaré en los buenos y los malos años,
yo tomaré su risa y sus lágrimas,
y a todas las haré mi souvenir,
porque a donde ella vaya yo tengo que ir,
el sentido de mi vida es ella

Ella, ella, ella.

Kristen se despidió, apagó el teléfono móvil y apoyó su cabeza en mi hombro, sin soltar mi mano.

             - Ya está – dijo suspirando con alivio, sin dejar de sonreír.

´´Está bien. Ya todo estaba bien así´´, concluí mirándola divertido.

Estaba radiante, preciosa y pensé en el pasado, en que echando la vista atrás me quedaba una sensación parecida a la melancolía o a la nostalgia, algo dulce en mi interior. Pero no había tristeza, ya no dolían los recuerdos, me di cuenta al mirarla una vez más de que ya no.

Quería casarme con ella, tener hijos con ella, vivir con ella y hacerme viejo con ella. Nada más ni nada menos. Y no sería fácil. ¿Pero en la vida hay algo que merezca la pena y lo sea? Hay que jugársela, tratándose de amor siempre.

´´ Fueron buenos tiempos´´, pensé alegre y satisfecho del pasado pero tuve que cambiar ese pensamiento inmediatamente porque Kristen me contempló con ternura, sonriendo y al verla mirarme a los ojos con esa esperanza y esa confianza reflejada en ellos supe que ahora vendrían los mejores.

-        Te amo – me dijo con una profunda y emocionada intensidad en la mirada, pronunciando esas palabras tan solo moviendo sus labios, sin emitir sonido alguno.

Y solo pude besarla una vez más.

FIN