FanFIC no.103 'La cascada. Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                     Fic la Fundación de VTeam ***NUEVO***
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
                   Fic la Fundación de VTeam  ***NUEVO***
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no.103

"LA CASCADA.ROB"
Imágenes: Elena

Regresamos pronto a la ´´Pousada do Ouro´´ y dormí de maravilla toda la noche, como un bebé. Me levante temprano poco después de salir el sol, a eso de las 7:30 pero realmente descansado, dejé a Kristen durmiendo y tras darme una ducha bajé al restaurante para darme el lujo de desayunar como a mí me gusta, con un gran desayuno que incluía de todo un poco, dulce y salado, mientras leía los periódicos de los que disponía el hotel. Para mi sorpresa tenían un The Times del día anterior y varios diarios deportivos británicos.

Cuando regresé Kristen no estaba en la habitación, me extrañó pero me puse a contestar algunos correos atrasados, sobre todo de Nick, mi agente. Al rato regresó vistiendo unos shorts y una sexy camiseta de tirantes.

- ¿Has bajado a desayunar ya? 

- No, he ido al spa y me he tomado un té allí – me dijo acercándose a mí y dándome un tierno beso en la mejilla -. Me he dado un masaje linfático a ver si así consigo parecer menos hinchada con el bikini que me tengo me poner.

- ¿Hinchada? – dije extrañado.

- Retengo líquidos, como todas las mujeres y me inflo como un globo Rob, ya sabes hormonas y esa cosas.

- Ah, ya. Pues yo no te veo hinchada como tú dices. Estás perfectamente - dije sincero, levantándome para seguirla por la habitación -. Estoy deseando ver ese bikini. Espero que sea muy pequeño.

- No seas iluso, Rob. Esto es la Saga Crepusculo. No puedo enseñar.

- Déjame soñar con que llevarás una de esa tanguitas brasileñas – susurré acariciando su trasero

- Sí, una de esa de hilo dental. Ya quisieras – rió -. Hablando de cosas brasileñas…

- ¿Qué? – sonreí sin soltar su trasero.

- Me he hecho un tratamiento estético típico de Brasil

La miré extrañado. Sonreía mucho, con esa cara de pura indecencia que se le pone cuando se muerde el labio y entorna la mirada. Pura lascivia. Una preciosidad.

- Eso suena bien, nena – sonreí esperando su respuesta, acariciando sus glúteos.

- ¿Sabes lo que son ´´ingles brasileñas´´?

- No, ¿qué porras es eso? – dije alzando una ceja.

- Un tipo de depilación – susurró en mi oído apretándose contra mi cuerpo.

La miré de arriba abajo y entonces comprendí.

- ¿Es lo que estoy pensando? – sonreí maravillado.

- Aha. Puedes comprobarlo tú mismo.

Suspiré y metí mi mano en su short, bajando hacia su sexo. Nada, allí no había nada más que piel suavísima.

- ¡Oh, amor! Eres increíble – susurré en su boca justo antes de que nuestras leguas se enredaran con pasión, mientras mis dedos acariciaban su suave sexo recién depilado.

- Me han dado un aceite seco especial para después de depilarme y noto como… resbala al caminar – susurró excitada. 

- Estás tan suave y… uhmmmm, nena.

- Deberías… darme las gracias porque ha dolido un poco ¿sabes?– sonrió.

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- Ahora mismo, amor. Voy a hacerlo como tú te mereces – susurré con deseo.

La besé con fuerza saboreándola, sin dejar de acariciar sus pliegues tersos. Kristen gimió bajito y se frotó contra mis dedos.

No pude contenerme. La acerqué hacia la cama y se tumbó para que le quitara el short junto con sus braguitas. Me quedé quieto, admirando su precioso sexo de piel inmaculada y ella entreabrió sus piernas mostrándome toda su sonrosada intimidad, resplandeciente y jugosa. Era una imagen increíble, de pura entrega. Ella allí abierta para mí, aguardándome.

Pude contemplar maravillado como su deseo hacía brillar su carne rosada. Inspiré con fuerza, la miré a los ojos y ambos jadeamos a la vez. Me arrodille junto a la cama, frente a sus muslos abiertos, venerándola y comencé a acariciar con mis labios sus muslos pálidos subiendo hasta sus ingles besando cada vez con más intensidad, hasta que alcancé sus pliegues más íntimos.

Abrí la boca para poder abarcar casi todo su sexo y exhalé mi aliento sobre su tierna carne. Eso la hizo jadear al instante. Apliqué mis labios en besarla con ternura y comencé a chuparla con deleite, saboreándola. Finalmente mi lengua se abrió paso separando sus labios alcanzando su clítoris.

- Tu barba… pincha – jadeó.

- ¿Te hago daño, amor? – pregunté mirándola con ternura.

- No, me encanta – sonrió.

Se agarró a mi pelo con ansia y gimió más fuerte y gruñí de ganas sobre su clítoris, afanándome con mi lengua, trazando suaves y rápidos círculos que la estaban llevando rápidamente al borde del orgasmo. 

Levanté un poco la vista y me topé con su rostro expresando todo el placer y el deseo. Jadeaba con intensidad y su carne latía en mi boca y yo sentía como mi miembro palpitaba con fuerza bajo la tela de mis pantalones. Terminé su orgasmo con suaves pasadas de mi lengua sobre su duro en hinchado clítoris dejándola desfallecida y jadeante y cuando aún estaba con los ojos cerrados gimiendo suavemente, me baje rápidamente los pantalones liberando mi erección y la penetré hasta el fondo con un suave empujón. Al sentirse llena de pronto abrió los ojos y gruñó, casi gritó de gusto y yo note como volvía a vibrar. Me impulsé presionando y tomándola por las caderas, alzándola hacia arriba golpeé con energía contra la suave y tersa piel de su sexo dejándome ir rápidamente, en tan solo tres o cuatro vigorosas estocadas, admirándola tan carnal, contemplando extasiado como ella clavaba sus lujuriosos ojos en mí.

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Las grabaciones se trasladaban a una cascada en la región de Tacuarí y como medida de precaución, la producción de "Amanecer" optó por mantener el secreto el día y hora que se llevarían a cabo en cada lugar, para evitar la presencia de curiosos pero como siempre hay soplones en todos lados algún paparazzi consiguió subir hasta allí y burlar la por otra parte escasa vigilancia local. 

La productora deseaba limitar al máximo el número de personas con información sobre cada una de las filmaciones así que solo el equipo imprescindible nos acompañó hasta Tacuarí.

La carretera terminaba a medio camino y tuvimos que dejar los jeeps y subir a través de la selva para llegar a la cascada.

Era un lugar hermoso e impresionante, lleno de vegetación exuberante, flores y pájaros de vivos colores y un calor húmedo que nos hacía sudar a todos. Desde la cima de las colinas se divisaba el océano.

Kristen y yo íbamos embadurnados de protección solar de la que se echan los alpinistas en el Himalaya y de protector anti mosquitos pero aun así de cuando en cuando alguien se ocupaba en recordarme que por nada del mundo me pusiese al sol no fuese a ponerme rojo. Bill era el que más me lo repetía.

- Rob, sé que por nuestra bendita nacionalidad tiendes a querer ponerte bajo el primer rayo de sol que aparece pero… no, no puedes. Lo lamento.

Kristen se rió y yo pegué un bufido.

- ¡Claro tú aun eres humana y te puedes broncear! 

- ¡Quejica! – dijo besándome en la mejilla delante de todo el equipo.

Eso me agradó más que nada. Kristen había estado de muy buen humor desde la primera noche que habíamos pasado en Brasil. A día de hoy aún estoy convencido de que Brasil tiene algo especial.

- Ríete pero tengo unas ganas locas de acabar para poder volver a tomar el sol, de ir a la playa, de… 

- Bueno, no vas a poder ir a la playa de todas formas, salvo si te compras una isla desierta y aun así – dijo Kristen dándome una palmadita en la espalda.

Bill asintió y les di la razón a ambos. Lo tenía realmente complicado. Me puse a pensar en todo lo que había dejado de hacer, cosas que cualquier persona puede realizar sin problemas y que ni se plantearía lo complicadas que son para personas como yo. Por ejemplo, tomarme un café sentado en cualquier terraza de L. A., ir a un centro comercial a comprarme ropa o tomarme unas copas sin que me saquen en las noticias llamándome alcohólico.

Algo que realmente me dolía y me duele es no poder ir al cine o al teatro con normalidad. Yo en mi adolescencia había sido devorador de películas. En Londres Tom y yo íbamos al cine como dos veces por semana y ahora eso era imposible. Echaba de menos el olor a palomitas, la oscuridad de la sala, los murmullos de la gente… 

Suspiré y me encendí un cigarro que compartí con Kristen. Ella debió de notar algo en mí porque me acarició el hombro y la espalda mirándome con ternura.

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Nos pintaron el cuerpo a ambos. La mitad del día de rodaje se fue en repintarnos cada vez que se estropeaba nuestro maquillaje. A Kristen le pusieron un leve tono bronceado, con una especie de aerógrafo y a mí maquillaje blanco de cintura para arriba. Y cada vez que nos rozábamos, y la escena en la cascada se basaba en eso, no pringábamos el uno al otro.

Hora de lucir cuerpo y Kristen estaba preciosa con el bikini blanco que le habían puesto como vestuario. A mí me dieron un casto bañador de color granate que creo que aún conserva Kristen.

- ¿Cómo lo ves? – me dijo luciendo insegura su bikini blanco.

Yo le hice un gesto levantando mi dedo pulgar y afirmando con la cabeza. Estaba preciosa, nada exuberante, eso sí, pero el color blanco le acentuaba su estupendo trasero respingón y dejaba ver una parte de su anatomía que me encanta: esos precioso hoyuelos que tiene donde acaba su espalda, justo encima de sus nalgas.

- Genial, nena – le dije al oído -. Te hace un trasero…

- La pena es que la parte de arriba lleva aros y son un poco incómodos. Ah, y me han puesto pezoneras de silicona para… ya sabes, para que no se marquen.

Me empecé a reír. El puritanismo de la Saga era algo extraño, hasta gracioso.

- Iba a decir un verdadero disparate – reí.

- No, ni se te ocurra – dijo mirándome con aprensión.

- Te lo diré luego, en privado – le susurré al oído.

- Seguro que es alguna burrada de las tuyas

- Así es, preciosa. No apta para menores.

Nos echamos a reír, como siempre, rodeados de gente pero en nuestra particular burbuja a la que nadie accede.

Tocaba hacer que nos lanzábamos desde lo alto de la cascada y Kristen se me subió a hombros y casi me deja sin bañador. 

La verdad es que para mostrar la forma de las caderas, que se supone que es muy sexy en los hombres, me tuve que pasar medio día enseñando la raja del culo. 

Algo realmente bochornoso y que no me hacía sentir nada sexy.

Luego vino lo peor, meternos al agua, que por cierto estaba helada. Kristen se lanzó toda valiente y en cuestión de segundos estaba en el agua junto a mí, tiritando, dando saltitos y abrazándome. Lo malo es que una escena no se ruede a la primera, ni a la segunda y enseguida comenzamos a notar la parte inferior del cuerpo entumecida.

Era la escena en que Edward es alcanzado por Bella que no piensa en otra cosa que en volver a hacer el amor con él y él se escabulle a velocidad vampírica porque teme hacerla daño de nuevo. 

Ella estaba subida a una simple caja que habían colocado a sus pies para que la diferencia de estatura no fuese tan evidente y el beso saliese a la perfección. Pero con ella temblando era difícil representar ardor y deseo, la verdad.

- ¡Está helada! - dijo Kristen castañeteando los dientes.

- Aguanta. Piensa en el jacuzzi – le susurré la oído, riéndome de sus saltitos.

- Oh calla. Me muero de frío, joder.

- Apriétate un poco a mí, a ver si así no te congelas.

- ¿Tú no tienes frío?

- Estoy congelado pero pienso en esta noche y en cómo te quitare el frío – sonreí cuchicheándole al oído.

Kristen no tuvo más remedio que reírse y a partir de ahí la escena salió de maravilla.

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La tarde fue pasando y terminamos de rodar cuando el sol comenzaba a declinar, tras 7 horas de trabajo, hacia las 6 de la tarde. De vuelta a la Pousada el sol desapareció tras unas nubes que amenazaban tormenta y el viento se intensificó así que nos quedamos en la habitación en vez de salir al pueblo y decidimos cenar en el restaurante y tomar algo en el bar, sentados en el salón. Al no tratarse de una época con excesivo turismo casi teníamos el hotel para nosotros solos y nuestros respectivos guardaespaldas.

Kristen y yo estuvimos tomando una copa de un vino muy bueno, chileno, y salimos a la terraza, junto a la piscina. La noche era muy oscura y se notaba que había bajado algo la temperatura. 

- Creo que me he quemado los hombros un poco – dijo Kristen acariciándoselos con una mueca de dolor.

- A ver… déjame ver – dije acercándome a mirárselos.

- ¿Ves?

- Sí, están algo rojos, amor – noté calor en su fina piel al tocársela -. Deberías darte algo.

- Voy a acercarme al spa a ver si tiene alguna cosa – dijo levantándose.

- Estará cerrado ya.

- Bueno por intentarlo. No quiero pasar mala noche.

- Vale te espero en la habitación – dije besándola suavemente.

- ¿Un baño? – sonrió.

- Hecho, preciosa.

Llegó al rato con una botella grande y unos paños como vendas, muy sonriente.

- La dueña del hotel ha sido muy amable. El Spa estaba cerrado ya, ella andaba supervisando algo y al verme le he preguntado por algún remedio y me ha dado esto – dijo.

- ¿Qué es? – le pregunté tumbado en la cama.

- Leche fría. Ha dicho que me lo eche en el agua tibia del baño, que me ponga unos paños empapados en leche y que no me seque y mañana tendré la piel como nueva.

- ¿Leche?

- Sí, como Cleopatra. Dicen que se bañaba en leche y que por eso tenía la piel muy suave.

- Seguro que no tanto como la tuya – sonreí acariciando su brazo con el dorso de mi mano -. Ya tienes el baño preparado, preciosa.

- ¿Vienes conmigo? – preguntó mimosa, cargando con la botella llena de leche.

...CONTINUARA...