FanFIC No.64 'Navidades en Barnes II. Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

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MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     * * * * NUEVO * * * * 

JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim

VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina
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FanFIC no. 64

"Navidades en Barnes II. Rob"

por IRINA (Irene Mendoza)

FIC RECREADO EN ESTA OCASIÓN POR IRINA

Tras sufrir aquel escarnio público con las fotos del álbum familiar, en un descuido de mi madre y de mis hermanas subí a Kristen a mi habitación con la excusa de enseñársela, aunque en realidad mis intenciones eran otras mucho menos inocentes.

Le cedí el paso en la puerta y ella se asomó con timidez para entrar despacio, quedarse en medio de la habitación y mirar a su alrededor observándolo todo sin perder detalle, en silencio. Yo no podía dejar de mirarla. Ella en mi antiguo cuarto, el que aún estaba más o menos como lo dejé cuando me fui a vivir al cuchitril que en su día alquilé con mis amigos en el Soho.

Me daba la sensación de que había pasado una eternidad desde aquellos tiempos. No podía imaginar entonces todo lo que iba a cambiar mi vida en tan solo unos meses.

Un giro del azar, un capricho del destino o quizás todo podía resumirse en las fuerzas de la naturaleza o de la gravedad, porque eso era lo que me había llevado hasta Kristen y ella era lo que me había traído hasta donde me encontraba. Hasta conocerla no lo había tenido claro. Ella me había facilitado dar el paso, había provocado ese impulso visceral que me había hecho decidir mi camino entre dedicarme a la música o el cine.

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La cama junto a  la ventana, de la que sobresalían mis pies si me estiraba del todo, mi edredón, mi primera guitarra, partituras sobre el escritorio, mucho más ordenado que de costumbre, en el armario ropa vieja que seguro ya no me valía…  Todos viejos recuerdos de una infancia feliz de la que era consciente ahora, tras el paso de los años.  <<Buenos recuerdos>>, pensé sonriendo a aquel niño tímido del que sin apenas darme cuenta me había despedido ya para siempre.

Kristen comenzó a investigar entre mis antiguos libros sin tocar nada: Martin Amis, Faulkner, Dickens,  Henry Miller, Nabokov, se mezclaban con mis viejos libros del colegio y D. H. Lawrence, Shakespeare, Lorca, Sallinger, Virginia Wolf…

-     -  Mucha literatura americana… ¡”On the Road”! – exclamó girándose a mirarme.

-    - Te lo dije, la he leído – sonreí -. Siempre me gustó leer, creo que era lo único que me gustaba en el colegio, leer y redactar.

-   -  Y tienes muchísimos CDs,  ¡y hasta vinilos! ¡Eh y esa foto… esa es de cuando rodamos la primera! ¿De… de dónde la has sacado? – me miró sonriendo.

  - La tenía de recuerdo. Digamos que… la tomé prestada. Me… me gusta mucho como estás en esa foto – dije algo avergonzado.  

    Kristen me miró con dulzura y bajó la cabeza comprendiendo lo que aquella fotografía que descansaba pinchada con una chincheta en mi antiguo “corcho de los recuerdos” había significado para mí. Justo un año antes, las pasadas navidades, me había aferrado a esa imagen con tanta fuerza… Me acerqué a ella sin decir nada y la tomé por la cintura.

-          -  ¡Oh! Esto… esto me está recordando algo – sonrió y se tapó la cara con las manos.

-         -  ¿A qué? – susurré acercándola a mí.

-          - Una escena de cierta película. Ya sabes.

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-          - Comprendo – sonreí -. Pero no podemos salir volando por la ventana.

-        -   No, claro que no – rió.

-    - Aunque sí podemos hacer otras cosas que Edward y Bella no pueden – susurré en su cuello -. Y aquí sí hay cama, aunque sea pequeña.

Se rió y se puso de puntillas para alcanzar mi boca. Solo fue un dulce beso en los labios pero llevábamos los suficientes días sin vernos como para que un simple roce nos encendiese como a teas. Intensificamos nuestro beso y Kristen se pegó a mi cuerpo de tal forma que me ofusqué y la tendí sobre mi cama para empezar a desabrocharle los vaqueros.

Se rió y se puso de puntillas para alcanzar mi boca. Solo fue un dulce beso en los labios pero llevábamos los suficientes días sin vernos como para que un simple roce nos encendiese como a teas. Intensificamos nuestro beso y Kristen se pegó a mi cuerpo de tal forma que me ofusqué y la tendí sobre mi cama para empezar a desabrocharle los vaqueros.

-     -  Rob…, para Rob. Aquí no. Nos van a oír – dijo intentando resistirse bajo mi cuerpo.

  -  Seremos muy silenciosos, amor – dije queriendo besarla de nuevo.

-      - No, no puedo. ¡Estás loco! En tu casa no. Con tus padres abajo… – susurró entre risas -. Además aquí no hay muérdago.

-          -  Pues vámonos ya a buscarlo – sonreí incorporándome y tirando de ella.

-     - Vale pero primero… - se levantó y miró hacia mi entrepierna para sonreír después -. Primero cálmate.

-         -  Sí, estoy… algo animado – dije besando su boca con ternura.

La verdad era que estaba deseando llevarme a Kristen de mi casa.  Tras besos de despedida interminables y muchos abrazos de mis padres y mis hermanas conseguimos escaparnos al hotel que había reservado para pasar un par de días solos, antes de reunirme con mis amigos en la isla de Wight. Mi madre insistió hasta el último momento para que Kristen se quedara a dormir en casa, menos mal que mi padre fue perspicaz y le hizo cambiar de idea.

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El hotel, el Halkin, en Belgrabia, era un excelente lugar para pasar desapercibidos. No demasiado conocido, está situado en una calle poco transitada, en un barrio residencial tranquilo, discreto y céntrico. Muy cerca de los comercios de Sloane Street, próximo a Picadilly y sus teatros y a los restaurantes de Mayfair. Desde el hotel se puede llegar hasta Hyde Park dando un paseo. Aunque yo ya tenía claro que no íbamos a salir mucho de la habitación.

La abracé nada más entrar por la puerta y me dediqué a besarla con suavidad en la boca para deslizar mis labios por su cuello.

-        -   ¿Te gusta? – dije ocupado en saborear su labio superior.

-    - Sí, uhmmm… me encanta que me pinches con esa barba de Santa Claus que llevas y… la habitación está… genial –rió.

-          - Es casi la hora de cenar – susurré en su boca -. Aquí tienen un excelente restaurante de comida tailandesa. Podemos pedir algo, que nos lo suban.

-         -  Suena bien – dijo acariciando mi pecho -. Pero…

-   - ¿Qué? – pregunté metiendo mis manos por debajo de su ropa.

-     - Antes… prefiero algo, algo de ti.

  - Perfecto – dije comenzando a desnudarla.

   -     Por cierto… te he traído un regalo.

   -     Yo también tengo algo para ti, preciosa.

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El regalo se quedó para después. Decidí que aunque me moría de impaciencia por estar dentro de ella, por tenerla, me tomaría mi tiempo. Quería hacérselo muy despacio.

Nos desnudamos el uno al otro, sin urgencia, mirándonos los cuerpos, acariciándonos con ternura y nos tumbamos sobre la cama

    -       ¿Ya no tienes prisa? –preguntó.

   -     No, para nada – sonreí acariciando su vientre -. Quiero hacértelo lento, quiero disfrutarte.

Me besó con una apremiante necesidad que me hizo estremecerme de ganas por ella.

  -    Disfrútame, Rob – susurró con su sexy voz ronca.

Me fui deslizando por su pequeño cuerpo, depositando besos diminutos en su piel, susurrándole te quiero, controlándome, despacio, una y otra vez, sintiendo como todo su ser temblaba de deseo. Rocé su fina piel con mi barba haciéndole cosquillas, lamí su cuello, sus pechos, olí su aroma cálido y dulzón, la oí jadear y gemir, me embriague de su esencia al probar su sexo. Cuando sus quejidos se hicieron más intensos, suplicantes y su respiración errática no pude contenerme más y me puse sobre su cuerpo para hundirme en su tierna y húmeda carne, para llenarla, para vaciarme en ella.

Aspiré  de su boca los excitantes y sonoros gemidos del orgasmo como si me faltase el aire. Lo hicimos muy lento pero con tanta intensidad que al terminar todo mi cuerpo y el suyo temblaban. Nos abrazamos y suavemente salí de ella para dejar que se recostara sobre mi pecho. Suspiró del modo en que solo ella sabe, sexy a más no poder y se acomodó mejor para quedarse dormida instantáneamente. Cruzar el mundo para verme la había dejado agotada.

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Despertó de madrugada y la oí caminar hasta el baño. Escuché el ruido del agua al caer en la enorme bañera de mármol y me levante adormilado.

-        -   ¿No consigues dormir, preciosa? – murmuré frotándome los ojos.

-       -    No, es el jodido jet lag. En realidad solo he echado la siesta, creo – suspiró.

-         -  Tu reloj interior aun está en L. A. – bostecé con una sonrisa boba en la cara, admirando su cuerpo desnudo.

Me miró frunciendo el ceño, pensativa, se mordió el labio y sonrió.

-          - He tenido una idea. Ven – dijo tendiéndome la mano.

-          - ¿Cuál? – dije acercándome.

-         -  Creo que un baño caliente es la segunda cosa más relajante del mundo.

-          - ¿Y la primera?

-          - La hemos hecho hace unas horas – sonrió.

Llegué hasta Kristen que se había agachado para echar unas sales en el agua caliente. Acaricié su espalda y fui deslizando mi mano hasta alcanzar su redondo trasero respingón. Lo acaricié masajeándolo, sintiendo como las ganas inundaban mi cuerpo de nuevo.