FanFIC no.23 "Tokyo IV.Rob"

AVISO ESPECIAL DE ESTE FIC LEMMON,   La Autora del FIC deja este mensaje:

"Bueno chicas, la hora de la verdad para nuestra pareja ha llegado. Este es un aviso de lo que en los fics se llaman lemmons (no tengo ni idea de por qué se llaman así, si alguien lo sabe que me saque de mi ignorancia, por favor), sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que me leen. A partir de ahora en los fics  aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones.

Como autora de esta historia, basada en hechos reales, intento representan la relación de amor de dos personas adultas y mayores de edad, no es solo sexo. Dicho esto lo considero algo hermoso entre una pareja que se quiere, que se respeta y que lo decide en igualdad, sin coacciones y siempre tomando precauciones.

Quiero aclarar que esta es mi opinión personal, que considero el sexo con amor algo bello y completamente natural y que dejo a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no."

ATTE. IRINA

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FanFIC NO.23

"TOKYO IV.ROB"
por Irene Mendoza

TOKYO IV

Rob

Otra premiere y fotos y más fotos con Kristen, que como siempre estaba guapísima con aquel vestido blanco que parecía… de novia. <<Se te está yendo la cabeza del todo, Rob>>, pensé. La pobre se ponía muy nerviosa al intentar caminar con aquellos instrumentos de tortura que llaman tacones pero a pesar de todo lo hacía, erguida y mirando al suelo lo menos posible, frunciendo el ceño de vez en cuando, concentrándose para no tropezar y eso me hacía sentir muchísima ternura por ella.

- Estás increíble – susurré en su oído.

- Solo sé que en cualquier momento me voy a caer de bruces, lo veo venir. ¡Malditos tacones!

Reí al oírla maldecir como un camionero. 

- Me alegro de no ser mujer – bromeé -. Pero no te preocupes, te estoy sujetando y no dejaré que te caigas, te lo prometo. 

- Te creo – dijo con una sonrisa maravillosa.

Vimos nuestra película por séptima vez pero está vez tenía un significado diferente para nosotros porque yo sabía que ella sentía algo por mí. Nos sentamos juntos y pasamos la proyección cuchicheando. Pude agarrar su mano y me sentí de nuevo conectado a Kristen, como al principio, cuando rodábamos Crepúsculo.

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En cuanto el estreno acabó Kristen se quitó los tacones y se puso sus Converse, unos vaqueros y una camiseta para irnos todos a cenar shusi a uno de los mejores restaurantes de Tokyo. Sabía que a Kristen le encantaba el shusi y la sopa misho pero a mí el pescado crudo y las algas no acababan de emocionarme. Enseguida se dio cuenta y me recomendó la famosa carne de Kobe que me encantó. Volvía a ser ella misma, sin nervios, sencilla, graciosa y dulce. Se la veía feliz y eso me hacía feliz a mí también.

Nos recomendaron un local de karaoke, al más puro estilo japonés, en un edificio con habitaciones circulares insonorizadas, con la ciudad de Tokyo a nuestros pies y toda clase de pelucas y ropas extrañas para disfrazarnos. 

     

Al llegar nos enteramos de que Hugh Jackman estaba allí con compañeros de rodaje promocionando “Australia” y Taylor se moría por conocerle así que ni corto ni perezoso nos presentó como los de Crepúsculo y hasta conseguí cantar “Purple Rain” con Hugh, un tipo simpático y todo un showman, del que Kristen dijo que le encantaba a su madre y por lo que vi a ella también.

Después volvimos a nuestra cabina de karaoke y comenzamos con el clásico repertorio de ABBA, pelucas y boas de plumas incluidas. Los Taylors se pusieron a cantar “Waterloo” conmigo, mientras Kristen no podía parar de reír. 

- ¡Rob os está dejando en ridículo, chicos! – gritó Kristen. 

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Continuamos con “Dancing Queen” pero me quedé solo cantándola para ella.

- Está es para la reina del baile. Todavía me duelen los pies – bromeé.

Luego vino “Mamma Mia”. Cogí a Kristen de la mano y la saqué a cantar conmigo no sin antes quitarme la corbata. <<Aquí estoy otra vez. Cómo puedo resistirme>>. Para cuando empezaron a sonar las canciones románticas ya estábamos solos. Ni nos habíamos dado cuenta de que su hermano y Lautner se habían marchado.

- ¡Se han largado! – dijo Kristen sorprendida-. ¿Cuándo ha sido?

- No tengo ni idea - dije sin soltar su cintura y alegrándome de estar por fin a solas con ella.

Justo entonces comenzó a sonar “Unchanged Melody” y nos sentamos en aquellos extraños sofás bajitos y redondos donde yo apenas cabía, sin dejar de mirarnos a los ojos. De pronto Kristen se sentó sobre mis piernas y me pasó los brazos alrededor del cuello. Aparté un mechón de pelo de su rostro sin dejar de admirarlo. Sus mejillas estaban encendidas y su boca entreabierta perecía estar diciéndome <<bésame>>. Kristen me acarició el pelo y se mordió el labio inferior.

- No hagas eso – le dije con voz ronca.

- ¿El qué? – susurró.

Ella no se daba cuenta de lo atrayente y sensual que era.

- Lo de morderte el labio, es tan… sexy.

- ¿Así? – dijo y esta vez no solo se lo mordió si no que sacó un poco la lengua para humedecérselo.

No soy de piedra y ese gesto y su insinuante voz hicieron que perdiera la cabeza por completo. La tomé por la cintura y me lancé a su boca. Sus labios deliciosos se abrieron y su legua se introdujo en mi boca. Comenzamos a saborearnos sin descanso, ansiosos. Kristen jadeó en mi boca y su dulce aliento me encendió aun más.

Mi cuerpo ardía, el suyo temblaba de deseo. Seguimos comiéndonos a besos sin dejar de acariciarnos el uno al otro pero eso no nos bastaba. Nos faltaba el aliento, respirábamos a la vez robándonos el aire el uno al otro. Sus senos subían y bajaban. Introduje mis manos bajo su camiseta y los acaricié endureciendo sus pezones al rozarlos para quitársela. Regresé a ellos y gemí de gusto al sentirlos bajo la tela del sujetador y Kristen gruñó de placer cerrando los ojos.

- ¡Oh, Rob, Rob…!

- ¿Qué, pequeña? – susurré casi sin aliento.

Besé su cuello y lamí su piel caliente bajando lentamente por su pecho.

- Teníamos… un… trato.

- Lo sé y no pienso romperlo. Solo voy… voy a darte algo, algo bueno que te va a gustar.

- ¿Qué? – gimió abriendo sus ojos verdes.

Como respuesta regresé a sus labios. Ella me miró a los ojos y comenzó a soltar los botones de mi camisa impaciente. Introduje una mano en sus pantalones mientras con la otra los desabrochaba. Kristen emitió un sonido delicioso anticipando lo que iba a hacerle y jadeé en su boca, enredando mi lengua con la suya una y otra vez.

Con una mano la sujete firmemente apretándola contra mi cuerpo, excitado por completo, la otra la introduje en su ropa interior acariciando su monte de Venus y su suave vello. Me miró con lujuria, su boca abierta, húmeda, sus mejillas coloradas, la piel de su cuello enrojecida por el roce de mi barba.

Se puso a horcajadas apretándose contra mi abultada bragueta. Mis dedos se deslizaron hasta sus húmedos labios acariciándolos. Repasaron toda su vulva deteniéndose en su clítoris hinchado. Comencé a apretarlo moviéndolo en círculos, endureciéndolo. Ella gemía, suspiraba, como si le faltara el aire, moviéndose arriba y abajo para facilitar mi fricción.

- Estás tan húmeda, preciosa. Tan mojada…

                                    
Jadeó mi nombre como respuesta. Introduje un dedo en su tierna abertura penetrándola suavemente y pude sentir como empezaba a temblar por dentro. Mi erección palpitó también, prisionera de mis pantalones y gemí con fuerza. Con un segundo dedo la penetré más fuerte, hundiéndose profundamente en su interior.

Mientras, sus manos acariciaban mi torso, enredándose en mi vello. Bajó por mi vientre hasta palpar mi erección y comenzó a moverse sobre mí más intensamente. Yo no dejaba de acariciar, de introducirme en su jugosa ternura, cada vez más dentro y más rápido. Todo su sexo temblaba empapado. Gemía y gemía, estaba tan cerca, mi niña. Presioné con más fuerza, jadeante ya, apoyando mi frente en la suya. Nuestras bocas juntas, abiertas, sin aliento. De pronto arqueó su cuerpo hacia atrás. La sujeté fuerte y todo su interior tembló haciendo que mi dolorida erección se agitase hasta el límite. No llegué al final pero no me importó porque la hice gritar de placer y me deleité en aquella belleza deliciosa que su potente orgasmo provocó en su rostro. Sonrió jadeante, apoyó su cabeza en mi hombro y suspiró con fuerza. Continué acariciándola hasta que su cuerpo dejó de temblar y nuestras respiraciones se calmaron.

- Has hecho trampa – susurró sonriente.

- No, técnicamente no lo hemos hecho- le dije con dulzura.

- ¿Estás bien? – dijo acariciando mi nuca.

- Sí, estoy genial.

Nos besamos de nuevo con toda la ternura del mundo, mucho, lentamente. No sé cuanto tiempo estuvimos así, abrazados, mirándonos en silencio.

...Continuará...