FanFIC no. 54 "Anónimos.Kristen"

Estamos muy contentos en el Staff del buen recibimiento que le han dado a la continuación de los FanFICs Robsten Y POR ESA RAZÓN DECIDIMOS PUBLICAR 2 VECES POR SEMANA ESTA SERIE AHORA SERÁN LOS LUNES Y MIÉRCOLES estos relatos tiene una magia especial que solo IRINA podría darles, disfrutenlos.

Somos un Blog ROBsessed, solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina

MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     * * * * NUEVO * * * * 

JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim

VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

Para leer anteriores Fics de IRINA (del 1 al 53) clic ---> AQUI

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FanFIC no. 54

"ANONIMOS.KRISTEN"

por IRINA (Irene Mendoza)

ANONIMOS
Kristen

Annie asintió a la invitación que acababa de realizar su marido Matt.

-          No queremos molestar. No hace falta que… - respondió Rob.

-          No es molestia, cariño. Tengo comida de sobra y 

    ya veréis lo buena que está. Todo es de la granja, natural y sin conservantes ni colorantes – bromeó

    con una amplia sonrisa.

-          Gracias Annie – dije agradecida.

La verdad es que estaba agotada por el calor, hambrienta,  aun sedienta y se notaba que aquella adorable pareja estaba necesitada de compañía.

-          Estupendo, gracias – dijo Rob.

-          ¿Viven en L. A.?

-          Sí, vivimos allí – respondió Rob sin querer dar más pistas de nuestro trabajo.

-          Yo soy de L. A. pero Rob es de Londres – añadí.

-          ¿Y cómo has venido a parar aquí?

-          Por trabajo. Eh… trabajamos en la industria del cine.

-          Ah, vaya. Nosotros no vamos mucho al cine.  El cine de ahora… - Matt hizo un chasquido con la lengua -. Nos gustan las películas de antes. Ya no hacen cosas para nosotros.

<<Menos mal>>, pensé para mí. Miré a mí alrededor. Allí no había ni microondas ni un televisor, tan solo una radio antigua y un tocadiscos de vinilos. Como símbolo de modernidad un portátil sobre un escritorio lleno de papeles y fotos de bebes y niños pequeños.

-          ¿Viven aquí todo el año? – pregunté.

-          Sí, tenemos lo

    imprescindible para vivir. Cultivamos nuestro propio huerto y compramos el resto 

    en el pueblo más cercano. Tenemos una gran cámara frigorífica y paneles solares, unas cuantas gallinas y algo 

    de ganado. Ah y nuestro

    propio horno de pan.

-          Es un modo de vivir austero pero muy gratificante. Una granja es autosuficiente. No os imagináis lo fértil  que es esta tierra cuando se riega. Utilizamos el sistema gota a gota, que es más respetuoso con la naturaleza.

-          También disponemos de una presa detrás de la casa. La hicimos a partir de un oasis natural.

-          La casa está con una temperatura muy agradable. No hace calor – observé.

-          Es porque es de piedra y eso la resguarda del calor. ¿Queréis refrescaros un poco antes de comer? – nos preguntó Annie.

-          Estaría genial- respondió Rob

-          Sí, la verdad es que estamos acalorados.

-          Podéis ducharos si queréis. No tenemos bañera porque se derrocha mucha agua.

-          ¡Oh, gracias! ¡La verdad es que muero por una ducha! – dije.

Annie me proporcionó una toalla y una pastilla de jabón envuelta en papel de seda y me condujo hasta el baño. Era un pequeño cuarto con las paredes y el suelo de piedra y madera, pequeño y acogedor. Me puse bajo la ducha y dejé que el agua fresca cayera sobre mi cuerpo aliviando la pegajosa sensación que tenía desde la mañana. Hice espuma con la pastilla de jabón restregándola contra mi piel. El jabón olía de maravilla y me dejó la piel suavísima y con un delicado aroma floral.

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Me envolví en la toalla, no sin antes lavar mi ropa interior y dejarla secar al aire junto a la ventana. Salí de allí como si hubiese vuelto a nacer, descansada y fresca y me encontré con Rob que charlaba animadamente con la simpática pareja.

-          Dejé Los Angeles hace cuarenta años y no me he arrepentido nunca – hablaba Matt.

-          Tiene un bonito rancho, Matt – dijo Rob.

-          Yo también era de la industria, como dicen en Hollywood pero la “Caza de Brujas” me dejó sin trabajo, a mí y a mi mujer.

-          Yo era actriz  y Matt guionista – se sinceró Annie -. Eramos muy jóvenes entonces.

Me senté junto a Rob mientras Annie terminaba de ultimar la comida y su marido ponía la mesa.

-          ¿Te ayudo Annie? – me ofrecí.

-          De ninguna manera, eres mi invitada y no todos los días tenemos invitados.

-          No pasa mucha gente por aquí – dijo Matt -. Ni a nuestros hijos les gusta venir hasta aquí a pesar de que los pequeños se criaron aquí.

-          Sí, esto es un poco solitario pero nos gusta

     – dijo Annie mirando a Matt con cariño.

-          Lo entiendo – dije mirando a Rob.

El me devolvió una mirada llena de comprensión. Solo nos bastaba con mirarnos 

a los ojos para entendernos. Luego bajé la cabeza y me quedé pensativa tocándome las manos, que me habían quedado muy suaves gracias al jabón de Annie. Las acerqué a mi nariz. Me olían de maravilla.

-          ¿Te ha gustado el jabón? Lo hago yo misma con miel y flores del desierto. Lo vendo en 

     San Bernardino a un par de tiendas. Puedes llevarte unos cuantos.

-          Os sorprendería ver como se llena de flores el desierto en primavera. Esta es la peor época, la de más calor – añadió Matt.

-          Deja la piel muy suave y huele genial, me encanta. Gracias – dije.

Rob me miró de reojo y sonreí adivinando sus lujuriosos pensamientos.

-          ¿Rob quieres ducharte tú también? Así pruebas mi jabón. A ti te voy a dar el de Aloe.

-          Sí, gracias. Lo necesito – sonrió con esa preciosa y tímida sonrisa suya.

-          Ven por aquí, cariño – le dijo Annie.

Ella acababa de rendirse ante esa sonrisa, como hacia todo el mundo.

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Después de vestirnos comimos de maravilla, refrescados y descansados. Annie tenía razón, dentro de la casa no hacía calor a pesar de no tener aire acondicionado. Tuvimos una asombrosa charla acerca del cine de los 40 y 50 y luego Matt nos contó el sistema que había ideado para refrigerar la casa.

-          Bueno, chicos – dijo concluyendo la charla -. Annie y yo vamos a echar nuestra siesta diaria. No se puede hacer nada mejor a esta hora que el sol aprieta de lo lindo y a nuestra edad es lo más recomendable.

-          Si queréis podéis ir a bañaros a la presa que hay tras la casa – dijo Annie.

Les hicimos caso y salimos de la casa rodeándola por el sendero rodeado de palmeras, hasta la pequeña presa, resguardada de ojos indiscretos por un frondoso chaparral.

-          No tenemos bañador – dijo Rob observando las aguas cristalinas

-          ¿Y? – sonreí con picardía -. Yo no llevo ropa interior. La he lavado y se está secando en el baño.

Rob se rió y me miró con intención.

-  La verdad es que el agua tiene una pinta increíble.

-          Sí, refrescante – asentí.

-          Estaremos a 40 grados – dijo Rob.

- Más o menos – respondí.


- ¡Tonto el último! – gritó Rob corriendo hacia el agua y pillándome por sorpresa.
      

    - ¡Eh, espera! – reí mientras comenzaba a desnudarme.

  
   Alcancé a Rob en el agua ya sin ropa. Comenzó a salpicarme y yo hice lo mismo. Parecíamos un par de críos sin preocupaciones, irresponsables. Sin fama, ni dinero, solo felices y enamorados. Nos perseguimos y Rob me cogió por la cintura con fuerza mientras yo intentaba zafarme de sus brazos sin éxito.


- No te me escapas, preciosa – dijo con una sonrisa muy sexy.

-          No quiero escaparme – susurré restregándome desnuda contra su pecho.

-          Quiero comprobar lo suave que deja la piel ese jabón – dijo deslizando su nariz por mi cuello -. Hueles de maravilla.

Me envolvió entre sus brazos y le rodeé la cintura con mis piernas para 

comenzar a besarnos con una suave y dulce intensidad que se fue transformando en aquel conocido y primitivo ardor que me nacía en el vientre y se expandía por mi interior cálida y dulcemente.

Sus manos se deslizaban por mi cuerpo surcándolo. Acarició mis glúteos, pasando por mi tembloroso vientre y metiéndose entre mis muslos que apretaban sus caderas ansiosos.  Me deslicé hacia abajo buscando su erección y la atrapé entre mis piernas moviéndome para acariciársela con mis muslos. Oí a Rob jadear sobre mi cuello y cerré los ojos extasiada. Me tomó con energía por las nalgas y me besó con la boca muy abierta, con su lengua dentro, dispuesto a penetrarme.  Pero es muy difícil hacerlo sobre el agua. Tras varios intentos muy agradables desistimos. No lo hicimos del todo pero fue igual de excitante, placentero y divertido.

Llegamos a la casa mojados, riéndonos como tontos y besuqueándonos sin parar. Annie y Matt ya se habían levantado de su siesta y sonrieron al vernos. El sol estaba bajo y la temperatura había descendido un poco así que salimos al porche para beberlo.

-          ¿Tenéis que volver ya a L. A.? – preguntó Annie.

-          No, no. Estamos de vacaciones hasta finales de agosto – dije mirando a Rob.

-          Tenemos unos días antes de… de empezar a trabajar.

-          ¿Por qué no os quedáis a cenar  y a dormir y os vais mañana?

-          Ya son casi las seis… - miré a Rob. La verdad es que no me apetecía nada regresar.

-          Nos encanta recibir visitas – dijo Matt.

-          Estaría bien – dijo Rob mirándome con una sonrisa.

-          Sí estaría genial pero solo si me dejas ayudarte a prepara la cena – dije a Annie

-          Trato hecho – respondió.

...CONTINUARA...