FanFIC no.79 'Un anillo con historia. Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                     Fic la Fundación de VTeam ***NUEVO***
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
                   Fic la Fundación de VTeam  ***NUEVO***
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no. 79

"UN ANILLO CON HISTORIA. ROB"
Imágenes: Elena

Por suerte aún no había enviado por correo el anillo que le había comprado a Kristen por su cumpleaños. Procuré tener algo preparado para su llegada pero no me considero muy detallista y Kristen no es fácil en ese sentido. Por ejemplo, no es de esas chicas que adoran los ramos de flores, los perfumes y las cajas de bombones. Con ella te lo tienes que ´´currar´´.

Así que fui a lo seguro, a lo que sé que le gusta. Pedí sales de baño, que sé que le encantan, un gran surtido de frutas y una botella del mejor Tokaj al servicio de habitaciones y me dispuse a esperarla. 

Pero las 8 se convirtieron en las 9 y las 9 en las 10:30. Ya estaba ansioso, nervioso y hasta preocupado. ¿Se habría retrasado el vuelo? ¿Le habría pasado algo? Soy un poco agonías y cuando Kristen apareció por la puerta suspiré aliviado y me lancé a abrazarla. Parecía cansada pero su sonrisa la hacía estar radiante y preciosa a mis ojos. 

Lo hicimos nada más llegar, aunque mis planes eran invitarla a cenar pero no pude resistirme a su intensa y embriagadora sensualidad, de la que creo que ella no es del todo consciente. 

Al terminar de hacer el amor Kristen posó sus labios en los míos, en un beso intenso y apasionado que yo procuré devolverle dulce y tierno, sin prisa.´´Así es mi chica´´, pensé divertido,´´ quiere más´´. 

Nos tumbamos sobre la cama, aun fatigados y la giré hacia mí para mirarla con ternura y tomar sus mejillas entre mis manos. Estuvimos así un largo rato, descansando y acariciándonos mutuamente hasta que me incorporé suavemente y Kristen me siguió. 

- Ya son las 12 – susurré muy bajito -. Cierra los ojos y no los abras hasta que te lo pida. 

- Vale – dijo sonriendo con los ojos cerrados. 

Me levanté para coger el anillo que había comprado para ella. Lo había guardado en un cajón del armario, entre la ropa interior, junto con la antigua carta que narraba la bonita historia que lo acompañaba. 

- ¡Bien cerrados! – grité con una sonrisa. 

- ¡Sí, sí! – rió. 

Llegué hasta Kristen que me aguardaba sentada sobre la cama, con los ojos aun cerrados, desnuda y sonriente. Me senté junto a ella y tome su mano izquierda, la de los anillos de compromiso y deslicé el anillo en su dedo anular. 

- Perfecto – susurré en su oído -. Ya puedes mirar, preciosa. 

Así lo hizo y pude observar como sus ojos se abrían de par en par para admirar lo que brillaba en su mano. Su expresión fue indescriptible, una mezcla de sorpresa, alegría, emoción y ternura que me provocaron un nudo en la garganta de puro amor. Tragué saliva esperando sus palabras pero en vez de estas Kristen me rodeó con sus brazos el cuello y recibí un dulce y apasionado beso como respuesta. 

- Gracias, cariño – musitó con voz temblorosa. 

- No tenías ningún anillo mío y cómo te encantan pues… 

- ¡Oh, Rob. Te quiero! – susurró besando mi boca -. ¿Esto… esto significa…? 

- Significa lo que tú quieras, amor. 

- ¿Y la carta? No la entiendo. Está en… 

- En húngaro y cuenta la historia del anillo y lo que simboliza. 

- Cuéntamela – dijo besándome de nuevo. 

- Bueno, esto es lo que me contó el vendedor – dije sentándome frente a ella -. Al parecer este anillo lo hizo a mano un ayudante de orfebre para su amada pero la Primera Guerra Mundial estalló y él marchó a luchar. No pudieron casarse pero ella lo llevó puesto sin quitárselo ni un solo día mientras duró la guerra, esperándole y sintiendo que ese anillo le resguardaría de morir. No se sabe si fue el anillo pero lo cierto fue que él regresó sano y salvo y se casaron y vivieron muy felices por muchos años.

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- ¡Oh, dios, es una historia maravillosa, Rob! Y muy romántica– exclamó emocionada. 

- Hay más. El vendedor me dijo que hace años lo rescató de una subasta pública. El anillo formaba parte de un lote de pertenencias de una anciana que murió sin herederos. Me dijo que ella no era la dueña del anillo y que la carta va junto con el anillo, que no se puede vender sin ella. Al parecer en ella se cuenta que el anillo alberga el amor de la persona que lo regala y que la mujer que lo posea protegerá a su amado de todo mal mientras lo lleve puesto. También me dijo que la carta está escrita por la que fue la dueña del anillo y que en ella se asegura que solo puede ser su dueña una mujer enamorada y que solo podrá regalárselo un hombre enamorado de verdad de ella. Y eso es todo – dije algo cohibido -. La historia me gustó mucho y supe que tenía tu regalo. Es de oro y tú no llevas oro pero espero que… bueno, que ahora sí. 

Al terminar la miré. Los ojos de Kristen estaban llenos de lágrimas contenidas. Se le escapó una sola que yo recogí entre mis dedos. Suspiró emocionada, sonriéndome con toda su alma y la abracé con fuerza dándole pequeños y suaves besos en la mejilla.

- Me encanta, Rob. Lo llevaré siempre – dijo sin apartar su vista del dorado anillo, girándolo en su dedo lentamente. Me miró y sonrió – Lo haré. 

La besé con ternura en la frente y la abracé más fuerte. 

- Tengo algo más para celebrarlo. Espera – dije soltándola y dirigiéndome al minibar, de donde saqué una botella de Tokaji. 

Llegué hasta la cama, serví el vino y le tendí una copa. 

- Gracias – dijo con una inmensa sonrisa -. Estás en todo. 

- Siempre dices que… que soy un mimoso, que me gusta que me mimes. Pero hoy quiero consentirte yo a ti. ¿Brindamos? 

- Sí – susurró sonriendo y acariciándome el pelo -. Pero tú siempre me consientes, Rob. 

- Y me encanta – dije besando su frente con ternura -. Por ti, amor. Feliz cumpleaños. 

Enredamos nuestros brazos y bebimos el uno de la copa del otro mirándonos fijamente. 

- Uhmmmm, está muy bueno – dijo Kristen. 

- Es Tokaji, el típico vino blanco dulce de Hungría. 

- Y luego dices que no eres romántico – sonrió. 

- No creo que lo sea pero parece que contigo funciona, preciosa – reí arqueando una ceja. 

- Ya lo creo que funciona – dijo bebiendo de su copa. 

Una gota del dulce y fresco vino le cayó de la comisura de sus labios goteándole por la barbilla. Me acerqué y se la lamí por impulso. Ella rió y bebió un poco más. Su risa le hizo derramar más vino que resbaló en un reguero sobre su escote, alcanzando sus pechos. Me apresuré a lamérselo también, haciéndola reír de nuevo, rozando su piel con mi incipiente barba. 

Kristen se tumbó tras apurar su copa, sin dejar de reír. Me quedé mirándola. Estaba hermosa, preciosa, feliz. Bebí un sorbo largo y de pronto se me ocurrió. Sonreí besando su boca y ella me miró como adivinando que algo tramaba. 

- ¿En qué estás pensando? – dijo frunciendo el ceño sin perder la sonrisa. 

- En nada. Solo disfruto de las vistas – sonreí travieso, bebiendo algo más del delicioso vino y poniéndome a horcajadas sobre sus piernas. 

- En algo pervertido, seguro – dijo sonriendo con picardía. 

Sonreí y comencé a derramar el resto de mi copa gota a gota por sus pechos, inclinándome para deslizar mis labios sobre su piel, chupando y lamiendo mientras describía con mi lengua la curva de sus senos hacia abajo, hacia su vientre, sin ninguna prisa. Kristen suspiró al sentir el líquido fresco sobre su cálida piel que se erizó de pronto. Varias gotas cayeron sobre la parte superior de su vientre, resbalando hasta su ombligo, de donde bebí con ansia. 

Volví a derramar un poco más de vino en sus pezones, poniéndoselos muy erectos y provocándole un jadeo. Las frías gotas rodaron por sus pechos deteniéndose entre ambos y yo lamí esas gotas regresando hasta sus pezones, saboreándolos lentamente, muy suave. Noté como su cuerpo vibraba bajo el roce de mi lengua, al contacto con ella y ardí de deseo. 

- ¡Qué bien sabes, nena! – pude oír mi propia voz profunda y ronca, cargada de ganas, de deseo puro por ella. 

Kristen me respondió con un sensual quejido arqueando su cuerpo excitado y yo metí mi lengua fresca en su boca sintiendo la suya, caliente, mojada mientras deslizaba un dedo en su interior, moviéndolo y frotando dentro y fuera, lentamente. Su respiración se tornó entrecortada y la mía brusca y ya solo pude pensar en meterme dentro de ella y poseerla. 

Me tumbé sobre Kristen, ella flexionó sus caderas hacia las mías y ya estaba llenándola de nuevo. 

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Casi sin darnos cuenta nos habíamos bebido casi toda la botella y así, algo borrachos, no sé si más de amor que de alcohol, nos quedamos profundamente dormidos. 

Desperté algo confuso y la encontré tendida a mi lado, con nuestras piernas entrelazadas, acurrucada en mi pecho, respirando acompasadamente, soplando muy bajito y sonreí con ternura. Me quedé así, apoyado sobre un codo, sin moverme por miedo a despertarla, contemplando como dormía.

Al rato despertó sonriendo y estirándose sin abrir los ojos. Dejé un suave beso sobre su hombro, y Kristen hundió su nariz en el hueco entre mi clavícula y mi cuello, inspirando profundamente. 

- ¿Me estabas mirando mientras duermo? 

- Sí – sonreí. 

- Al final vas a parecerte a Edward más de lo que piensas. 

Negué con la cabeza riendo. 

- ¿Y eso te gustaría? 

- Ahora que lo dices… – bromeó mirándome a los ojos -. ¡Uf! Creo que necesito una ducha con urgencia. Debo de oler a una mezcla de vino y viaje transoceánico. 

- Yo creo que hueles de maravilla – susurré -. ¿Nos duchamos juntos? 

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Nos metimos en la ducha, bajo el chorro de agua caliente. Ella se puso un poco de gel en las manos y lo frotó sobre mi pecho, mis hombros, mi espalda, enjabonándome y yo hice lo mismo, lavándola con mis manos, lavándonos el uno al otro, disfrutando de la confianza y la intimidad que compartíamos con tanta naturalidad desde el principio. 

Kristen se disponía a lavarse el pelo cuando la frené. 

- Espera. Date la vuelta, déjame hacerlo a mí – susurré besando su hombro. 

Asintió con un suave suspiro y me eche un poco de champú en las manos para frotarlo un poco y comencé a enjabonarle la cabeza con movimientos lentos y sensuales, aplicando la fuerza justa para relajarla, como si fuese un masaje. Kristen cerró los ojos y se dejó hacer. 

- ¿Te gusta así? – susurró. 

- Uhmmmm, sí. Mucho – murmuró cerrando los ojos -. Lo haces muy bien. Mejor que mi estilista. 

Me hizo reír con ese comentario. Luego cogí el mando de la ducha y le deslavé el pelo, con cuidado de no meterle jabón en los ojos. Noté lo relajada que estaba apoyada en mi cuerpo, confiada. Respiraba lenta y profundamente y mis manos, por pura inercia se aplicaron en retirarle todo el jabón que le quedaba en el cuerpo, deslizándose suave y lentamente por su suave piel caliente y mojada. Su respiración se hizo más rápida y sus suspiros más continuados y sonoros. 

Mis manos recorrieron su espalda, deslizando mis dedos por ella. Comencé por el cuello y fui bajando despacio. Deslicé mis dedos sobre sus costillas, acariciando suavemente los contornos de sus pechos, de su vientre. Después descendí hasta alcanzar su sexo y pude notar como se estremecía. Mi respiración comenzó a volverse ligera y agitada. Separé sus nalgas despacio y acaricié el interior de sus muslos, acercándome hasta su entrada y Kristen, de forma instintiva, comenzó a provocar más fricción contra su sexo. 

- Bésame – me imploró enredando sus manos en mi pelo, volviendo su cabeza hacia mi boca. 

El deseo volvía a elevarse, clamando intensamente por sentirla. Ya solo deseaba poder calmar de nuevo mis crecientes y potentes ansias. 

Le rodeé la cintura alzándola y ella dejó escapar un gemido que silencié inmediatamente con mis labios, en un beso largo, profundo y muy intenso. 

- Tengo los pezones tan sensibles… Pruébalos, muérdemelos…- susurró. 

Tras sus ardientes palabras inicié mi asalto con suaves lamidas con la punta de mi lengua sobre sus pezones. Mis labios se cerraron sobre uno de ellos para succionar con fuerza. Un profundo gemido escapó de su garganta, arqueó la espalda y cerró los ojos con fuerza. ¡Oh, cómo le gusta que juegue con sus pezones! 

Ella comenzó a deslizar su sexo contra mi miembro pero sin que la penetrara, acariciándose el clítoris con la punta, jadeando de forma enloquecedora. Todo mi cuerpo clamaba por sentirla por dentro ya. 

La sujeté con más fuerza para introducirme profundamente dentro de ella, sin previo aviso. La penetré con movimientos decididos pero lentos, una vez, dos, tres… marcando un ritmo intenso sin parar de jadear y gemir, volviéndome loco de placer y ella me recibió, como siempre, una vez más. 

...CONTINUARA...