FanFIC no.80 'Tokaji. Kristen'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                     Fic la Fundación de VTeam ***NUEVO***
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
                   Fic la Fundación de VTeam  ***NUEVO***
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no. 80

"TOKAJI. KRISTEN"
Imágenes: Elena

Nos metimos bajo el chorro de agua caliente. Me puse un poco de gel en las manos y lo froté sobre el pecho de Rob, sus hombros, su espalda y él hizo lo mismo, lavándome con sus manos, lavándonos el uno al otro con cariño. 

Me disponía a seguir con mi pelo cuando Rob me frenó. 

- Espera. Date la vuelta, déjame hacerlo a mí – susurró besando mi hombro. 

Asentí con un suspiro y Rob comenzó a enjabonarme la cabeza, masajeándola con suavidad. Yyo le dejé hacer. La sensación de sus dedos en mi cuero cabelludo era tan placentera que gemí un poco si darme apenas cuenta. 

- ¿Te gusta así? – susurró. 

- Uhmmmm, sí. Mucho – murmuré cerrando los ojos -. Lo haces muy bien. Mejor que mi estilista. 

Oí su dulce y cálida risa y sonreí. Luego, Rob cogió el mando de la ducha y haciéndome echar la cabeza hacia atrás me deslavó el pelo con cuidado de no meterle jabón en los ojos. Noté lo relajada que me sentía apoyada en su cuerpo, confiada entre sus manos. Le miré de reojo y le vi sonreír y mirarme juguetón. Me encanta queRob me mire así, con sus ojos dulces y traviesos. 

Respiré lenta y profundamente mientras sus manos se aplicaban en retirar todo el jabón que me quedaba en el pelo. 

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Me sentía en la gloria, allí bajo el agua caliente, entre las manos de Rob, complacida. Mi respiración se aceleró y mis suspiros se hicieron más sonoros y continuados. Era la sensación más erótica que había gozado jamás, con sus manos en mi pelo, frotándolo suavemente, masajeando mi cabeza. No puede evitar un jadeo quedo. Me sentía tan bien, tan cuidada y atendida… mimada. 

Rob terminó de aclararme el pelo y continuó retirando el jabón que me quedaba en el cuerpo deslizando sus manos por mi piel mojada, que estaba ya tremendamente receptiva a su tacto cálido, lento y suave. Pude sentir como su respiración se iba acelerando a medida que sus manos acariciaban mi cuerpo. Yo cerré los ojos y me dejé cuidar por ellas, concentrada en sentirlas resbalándose por mi piel. Noté cómo su miembro se endurecía contra mi trasero e inmediatamente sentí esa sensación tan familiar y apremiante en mi sexo y noté como me humedecía sin remedio. 

Sus manos continuaban viajando por mi cuerpo resbaladizo, despacio, posándose en mis glúteos, masajeándolos aferrándolos con una mano mientras con la otra se adentraba entre mis piernas y alcanzaba mi sexo, explorándolo con sus hábiles dedos, sin pudor, sin vergüenza y no pude evitarlo, de forma instintiva me moví hacia su erección provocándole. 

- Bésame – le imploré enredando mis manos en su pelo y acercándome a su boca. 

De pronto hizo que me girara y me tomó por las nalgas alzándome de golpe. Yo le rodeé la cintura con mis piernas, aferrándome a su cuello y Rob me sujetó pegándome a la pared de la ducha mientras me besaba para silenciar mis gemidos, en un beso largo, profundo y muy intenso. 

- Tengo los pezones tan sensibles… Pruébalos, muérdemelos…- susurré. 

Y me hizo caso, con suaves lamidas con la punta de su lengua sobre mis pezones. Sus labios se cerraron sobre uno de mis tiernos pezones para succionar con fuerza. Sus esfuerzos sobre mis pechos se intensificaron y un profundo gemido escapó de mi garganta, al que le siguió un gruñido suyo. Arqueé la espalda y cerré los ojos con fuerza. 

Comencé a deslizar mi sexo contra su pene acariciando mi hinchado clítoris pero sin que me penetrara, jadeando de forma enloquecedora. Todo mi cuerpo clamaba por sentirle dentro. 

Me sujetó con más fuerza para introducirse profundamente dentro de mí, sin previo aviso, estimulándome con movimientos decididos pero lentos, marcando un ritmo intenso, sin parar de jadear y gemir, volviéndose loco de placer.

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Me llenaba, me colmaba y yo me impulsaba hacia su cuerpo gimiendo con ansia. Se movía, empujaba, haciéndome jadear de gusto. Nos movíamos a la vez, éramos solo uno, un solo cuerpo. Nos saboreábamos con nuestras lenguas enredadas, gimiendo el uno en la boca del otro hasta que mi vientre comenzó a convulsionar alrededor de su pene, atrapándolo dentro de mí, perdida en una excitación imperiosa y enloquecedora, con mi clítoris latiendo de placer. 

Alcancé el éxtasis y solo un poco después llegó él, vertiéndose en mis entrañas, abrazados entre el vapor, bajo el agua caliente que caía sobre nosotros. 

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Salimos de la ducha sonrientes y exhaustos. Nos secamos mirándonos el uno al otro. Rob me besaba con devoción una y otra vez, juguetón y feliz y yo le besé también con ternura, pensando en lo afortunada que era, en lo dichosa que me sentía. 

Después me cogió en brazos. Yo me recosté en su cuerpo, con la cabeza apoyada entre su hombro y su cuello y le dejé sostenerme entre sus brazos para que me llevara hasta la cama. 

Me acurrucó un poco más contra su pecho, en un gesto protector, uno de esos gestos tan suyos y me cubrió con la sábana. 

Siento que a Rob le gusta cuidarme, desde el principio, cuando nos conocimos fue así, quizás porque me veía aun como muy niña. El trata de velar por mí y a mí me encanta dejarme querer así y creo que una de las cosas que más temo y en la que no quiero ni pensar, en que pierda su atención, que deje de mimarme como lo hace. 

El cuerpo de Rob desprendía calor y yo no tenía frío, pero me dejé consentir. Dejó un suave beso sobre mi frente y me alzó la cara para mirarme a los ojos. Trasladé la mirada de sus hipnóticos ojos a sus tentadores labios y él se dio cuenta, porque enseguida acarició los míos con su dedo pulgar. Regresé a sus ojos, que me sonrieron y se inclinó para besarme, con una ternura infinita. Yo me recosté sobre su pecho y me quedé escuchando los rítmicos latidos, cada vez más ralentizados, de su potente corazón. 

- ¿Qué tal estás? – preguntó en voz baja y dulce. 

- Uhmmmm, mejor que nunca. Pero me ha entrado hambre – sonreí. 

- Podemos pedir algo de comer – dijo acariciando mi cabeza. 

- ¿A las 2 de la madrugada? 

- ¿Para qué estamos en un hotel de lujo? 

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Nos pusimos morados a comer. Probamos de todo. La sopa de Goulash, con carne y vegetales y una degustación de embutidos del país, el paprikásszalámi(salami con pimentón) y el csemegeszalámi (salami elaborado con una mezcla de carnes de cerdo y ternera) con un tipo de pan delicioso. Después nos zampamos un par de suculentos postres cada uno, un Dobostorta, que es un pastel de moca y caramelo, y un Somlóigaluska, pastel con nueces y pasas bañado en ron, y que se sirve con chocolate fundido y nata montada, compartiéndolos, como siempre hacemos. Y por supuesto, comenzamos una segunda botella de Tokaji.

  

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- ¿Sabes lo que estuve recordando durante el viaje? 
- ¿Qué? – preguntó sirviéndome más vino.

- Mi 18 cumpleaños, cuando grabábamos Crepúsculo. 

- Yo también lo recuerdo – sonrió. 

- ¿Sí? Era la escena esa de… 

- De la camioneta – asintió Rob -. Recuerdo hasta lo que llevabas puesto ese día, una camiseta azul claro. 

- No, gris 

- Yo la recuerdo como azul clara. 

- Gris azulada, entonces. 

- Sí – rió -. Y… y tenías el pelo recogido en una coleta. 

- Y una camisa de cuadros del vestuario de Billy – reí. 

- Que te estaba enorme – rió conmigo. 

- Me encantaba el plumífero azul que llevabas –dije. 

- A mí también me gustaba. Era muy abrigado pero no me lo pude quedar – rió -. Te lo pusiste al final de una toma porque estabas tiritando y luego volví a ponérmelo yo porque ya tenía las manos amoratadas. 

- Sí, estábamos helados – reí. 

- Ya me robabas la ropa entonces – sonrió mirándome con ternura -. Fue genial esa escena. 

- Fue muy guay, sí - asentí. 

- Todo el rodaje lo fue. 

- Estaba tan… tan nerviosa, tan en tensión y… 

- Yo también. De los nervios. 

- No me di cuenta de por qué hasta el final, en la escena del baile – susurré. 

- Yo lo supe mucho antes – sonrió mirándome con ternura. 

- ¿Cuándo? – pregunte mirándole con ternura. 

- Creo que desde el principio, desde la audición – dijo acariciando mi rostro. 

- ¿Por eso dices que crees en el amor a primera vista? – pregunté rozando su cuello. 

- Sí, eso fue lo que me ocurrió contigo. Fue cómo… como si de pronto no hubiese suelo bajo mis pies. El día que me dieron el papel supe que acababa de meterme en un buen lío – rió. 

- ¿Te arrepientes? – pregunté con temor. 

- ¿De rodar la Saga contigo? No, jamás. Volvería al principio y a pasar por todo sin dudarlo – dijo besando mi frente. 

- Yo también – susurré con una sonrisa -. ¿Sabes de qué me acuerdo también? 

- Dime, ¿de qué? 

- De cuando ´´ensayamos´´ viendo ´´El Ultimo Tango en París´´ - dije aun avergonzada de mis recuerdos de aquella noche. 

Quisimos conseguir la sensación de necesidad, sentir la tensión sexual entre los personajes, algo poderoso que los unía sin remedio, dramáticamente, una dependencia física dolorosa y yo misma me metí en el lío haciéndome la mujer de mundo, porque fue muy vergonzoso ver a un maduro Marlon Brando en la escena de la mantequilla, en el ya famosísimo clásico de Bertolucci sentada junto a Rob, en silencio. 

- ¡Joder! No sabes lo mal que lo pasé esa noche. ¡Estaba tan tenso allí, sentado a tu lado! Tenía hasta remordimientos. Como en plan ´´¡Mierda, no debería estar haciendo esto, esto está mal, pero que muy mal. Tiene solo 17!´´ 

- Sí, había un silencio tenso en el ambiente - reí. 

- ¡Se podía cortar ese silencio! 

- Yo también estaba muy nerviosa porque… bueno, tengo que confesarte que… que te mentí – murmuré sin levantar la cabeza, encogiéndome de hombros -. No había visto nunca la película y me estuve muriendo de vergüenza todo el tiempo. 

Rob me miró con la mirada más tierna que le he visto jamás y me besó muy despacio y muy suave en los labios. 

- ¡Pobrecita! ¡Debiste decírmelo, amor! – susurró. 

- Lo sé pero quise hacerme la dura contigo. No quería que… que me tomases por una cría. 

- Anda ven – dijo abrazándome -. Me está dando pena recordarlo. ¡La mantequilla por dios! 

Y comenzamos a reír a carcajadas sin poder parar, hasta que nos dolieron las costillas y se nos saltaron las lágrimas.

...CONTINUARA...