FIC IRINA '50 Sueños de Verano' Relato 28 'Un traje sastre (2ª parte)'

Los FICs de este Blog quedan organizados de la siguiente manera: 

LUNES:  FanFic Robsten de Irina,      

                      Fic la Fundación de VTeam ***NUEVO***
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim

MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim

                   Fic la Fundación de VTeam  ***NUEVO***
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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Aviso sobre los FICS, sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que nos leen ya que aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones (Lemons). Personas impresionables fácilmente  dejamos a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no.                         

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FIC-IRINA  50 Sueños de Verano'

Cap XXVIII "UN TRAJE SASTRE (2a. parte)"

por IRINA (Irene Mendoza)
Imágenes en esta ocasión por Irina

- Bien, si lo tiene tan claro no me queda más que concertar nuestra próxima cita – digo sin saber muy bien porque he pronunciado la palabra ´´cita´´ -. Para la prueba, quiero decir. Podría ser en… un par de días. 

- Bien, un par de días está bien – dice sonriente mirándome fijamente y sé que quiere pedirme algo -. ¿Has cenado? Te invito a cenar. Tengo hambre. 

*** 

No he debido aceptar y lo sé. ´´No es profesional por mi parte. Yo nunca hago esta clase de… cosas´´, me digo pero ¿quién es capaz de resistirse a un multimillonario menor de 30 tan guapo, que te lo pide con esa voz y esa forma de mirar? Yo no desde luego. No soy de piedra. Cierro la puerta de la boutique de Gucci y le sigo. 

Me deja pasar a su limusina y sin dirigirme la palabra, enfrascado en su ordenador, mirando cuentas y balances, me lleva hasta un restaurante cercano, solo a dos manzanas de allí, nada lujoso ni espectacular. 

Es el típico restaurante de toda la vida en una calle cualquiera de Nueva York. Huele a huevos a la plancha, bacon y hamburguesas. Pero parece un lugar limpio y hay bastante clientela. 

´´Es un tipo extraño´´, me digo. ´´Puede pagar una gran cena en el mejor restaurante de la ciudad sin tan siquiera hacer una reserva pero prefiere un restaurante normal y corriente´´. Entramos y su guardaespaldas se sitúa en un lugar discreto, al fondo del local. 

- Los sándwiches de pollo son los mejores – me dice cediéndome la carta -. Y la tarta de manzana. 

- Gracias por la recomendación – le digo sonriendo. 

Me escruta con sus grandes e inteligentes ojos y parece que sabe lo que estoy pensando. 

- Tienes una cara ovalada y los ojos algo oblicuos – susurra antes de dar un certero y gran mordisco a su sándwich. Mastica y traga mientras yo espero que continúe hablando como hipnotizada -. Me gusta esa forma, el óvalo. Y también me gustaría verte con el pelo suelto. 

No sé muy bien porque pero su voz es persuasiva y hago lo que me pide. Tiro de la goma que sujeta mi larga coleta y la deshago dejando que mi pelo castaño caiga a ambos lados de mi cara, sin dejar de mirar a Eric. El sigue comiendo sin apenas inmutarse pero sus pupilas se dilatan en sus claros ojos cristalinos y eso lo descubre. Le gusto, no es simple curiosidad o aburrimiento, me desea. 

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Porque aunque hay una especie de dejadez e indolencia en sus gestos y actitudes que envuelven todo su aura de hombre rico y decadente siento que solo sus ojos demuestran su verdadera personalidad, algo bullendo dentro de él, que reprime con fuerza. 

- ¿Así? – pregunto. 

- Sí – dice en voz baja - ¿No comes? 

- No tengo mucha hambre – alego en mi defensa. 

- Empieza y te entrará el hambre. Come – dice. 

Es imprevisible, con constantes giros en la conversación y por lo tanto en su cabeza y eso hace que tenga que poner todos mis sentidos para mantener el control, lo que no deja lugar para sentir nada más y eso incluye el hambre o las ganas de comer, que es parecido. Pero pruebo un pequeño bocado del sándwich y me sabe bueno. Luego otro y otro. 

- Es cierto, está delicioso – le digo. 

- Lo sé – sonríe observando cómo mastico -. Me gusta verte comer. Eres… interesante y muy sensual. 

Le escucho y estoy a punto de atragantarme. ´´Parece que va al grano pero estoy dispuesta a jugar´´, me digo. 

- ¿En qué sentido? – pregunto con voz suave. 

- En cómo agarras la comida. La miras un segundo antes de morder… En cómo… abres la boca, en cómo masticas. El movimiento. La comida y el sexo están relacionados – suelta de pronto. 

- ¿Tú crees? – pregunto con intención justo antes de morder mi sandwich con deliberada lentitud. 

- Estoy seguro, hay cálculos matemáticos que así lo demuestran. Todo es sexo y números. Empíricamente evaluable – asiente. 

- Es una teoría curiosa. 

- No es una teoría. Puedo demostrarlo – dice convencido. 

Sonrío y niego con la cabeza. Encima me hace reír. Estoy perdida. 

- No lo dudo. Pareces muy… convincente. 

Baja la cabeza y sonríe. Me parece atisbar un asomo de timidez debajo de su cascarón de arrogancia. Regresa a su comida y ataca la tarta de manzana con avidez. Le miro y de pronto levanta sus ojos y se queda mirándome fijamente. 

- Eres hermosa. Prueba la tarta – me dice con su peculiar forma de hablar, como hilando ideas, pensamientos que le brotan y no quiere o no sabe guardar. 

Lo hago y tiene razón. Tarta casera de manzana, la mejor que he probado. 

- Deliciosa – susurro. 

- Luego me gustaría volver a tu despacho. 

- ¿Para… para seguir con las pruebas? – pregunto tragando saliva. Pero creo adivinar lo que me va a responder. 

- No, para hacerlo. Me apetece hacerlo contigo desde que entré en la tienda – dice sin inmutarse pero con intensidad en su voz -. Eres… atractiva, diría que de una hermosura extraña y tengo curiosidad. 

- ¿Curiosidad? – susurro excitada. 

- Sí, siento curiosidad por comprobar mi teoría contigo y por ver hasta donde somos capaces de llegar los dos juntos con el sexo. 

Su sinceridad me deja sin aliento. Siento una especie de escalofrío recorriendo mi espalda, algo cálido que me recorre el cuerpo. Es una sensación muy agradable y turbadora. 

Pero Eric aun ni siquiera me ha puesto un dedo encima. Tengo la mano sobre la barra, junto a la suya. Su mano está estirada en dirección a la mía. Sus dedos largos y delgados, de perfectas uñas, casi pueden rozar los míos pero no lo hace. Solo me observa sin descanso como si fuese un animal raro. 

- Yo también siento curiosidad por ti, Eric – susurro. 

** * 

Salimos del local sin tocarnos, sin hablar, observándonos el uno al otro. Eric se quita la chaqueta y le hace una seña a su guardaespaldas que se retira llevándosela chaqueta en dirección a la inmensa limo blanca, que desaparece girando la esquina de la calle. Hace calor y las calles de Nueva York no duermen. 

- ¿Prefieres un hotel? – me pregunta de pronto. 

- No, el despacho está bien. Es mi despacho, me siento bien allí. Un hotel es demasiado… frío, impersonal. 

- Podemos ir caminando. 

´´Es un tipo extraño´´, me digo. No se ha inmutado cuando he accedido a estar con él así, sin más. Le sigo caminando a su lado. Eric se para en el callejón, junto al restaurante y mira a ver si hay alguien. Entra y me hace una seña para que le siga. Lo hago. Camino hasta él y me poso en la pared con cierta languidez. El se pone frente a mí y se apoya en la pared solo con una mano. Me mira igual que come, con codicia, con deseo. 

Eric parece tener una personalidad impulsiva, disfrazada de autocontrol y eso me excita. Siento que me gusta estar a su lado, su presencia poderosa, su inteligencia y su hermoso rostro, a veces duro y otras angelical, pálido y terso. 

- Hay algo en ti, algo… - susurra -. Quiero que me lo des, que me des ese algo que desconozco. 

- Quiero dártelo – jadeo. 

- ¿Por qué? Quiero saberlo. 

Respiro profundamente y él acerca su rostro perfectamente afeitado al mío, mirando mis ojos que no se apartan de los suyos. Aun no me ha tocado y deseo que lo haga. Lo deseo con ansia pero a la vez prefiero esperar a que él lo haga primero. No quiero precipitar las cosas. Entre los dos existe como una tensión que ese primer contacto romperá y quiero alargar al máximo este momento de expectación previa. 

* * * 

Está muy cerca de mi boca, siento su aliento cálido algo agitado. Veo sus ojos líquidos, enormes y dulces. Percibo su excitación, fuerte, intensa. Está a punto de besarme y noto como mi corazón late con fuerza en mi pecho. Solo unos centímetros nos separan. Veo sus largas y espesas pestañas rizadas. Entreabro los labios esperando los suyos y… y de pronto suena su móvil. 

Eric frunce el ceño y resopla contrariado separándose de mí para contestar. 

- Sí. Comprendo. No, regresa – responde muy autoritario. 

Y cuelga. 

- Debo irme – dice inmutable de nuevo. 

- ¿Ahora? – pregunto extrañada, sorprendida y decepcionada. 

- Un asunto que debo negociar. Los mercados están cambiando continuamente – dice lentamente, arrastrando las palabras como aburrido y parece dar por hecho que comprendo a que se refiere -.Ven conmigo –dice mirándome de nuevo. 

- ¿A dónde? 

- Haces muchas preguntas – sonríe -. Me gustan las preguntas. 

Le sonrío y veo como la limosina regresa a recogernos con el chofer y el guardaespaldas. 

* * * 

Dentro de la limosina Eric sigue con sus balances y números no sin antes disculparse y servirme un vodka. La inmensa limosina surca las calles nocturnas de Nueva York, gran Babilonia moderna. Yo estoy nerviosa, inquieta mirando por la ventanilla tintada. Quiero que Eric me toque, que me bese y dejarme desnudar y desnudarle, así que respiro hondo y decido preguntar. 

- ¿A dónde me llevas? 

- A mis oficinas centrales en Wall Street – dice mirándome con aire de suficiencia y una sexy sonrisa. 

Y si había comenzado a dudar de mis actos esa sonrisa torcida en la cara de Eric Packer termina por convencerme. 

...CONTINUARA...