FanFIC no.114 'Fin de año. Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                     Fic la Fundación de VTeam 
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
                   Fic la Fundación de VTeam  
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no.114

"FIN DE AÑO I. ROB"
Imágenes: Elena

- Nuestro segundo año en Ventnor, preciosa – susurré besando su pelo mientras la abrazaba, feliz.

Viajábamos en el ferry de la compañía Red Funnel, cruzando el estrecho Solent desde Sothamptom, de camino a Isla de Wight. 

- Me encanta estar de vuelta, Rob.

- Y a mí, amor.

- ¿Ves cómo eres un tío tradicional? – dijo risueña.

Estaba feliz y emocionada, al igual que yo y se le notaba en los ojos.

- Sí, lo sé. No me importa serlo. Aunque sigue sin gustarme el pudding de Navidad.

- Este año no he podido probarlo.

Me reí y Kristen me miró extrañada.

- ¿Qué ocultas? – dijo dándome un leve codazo.

- Sí que vas a poder probarlo. Tengo un trozo que te ha guardado mi madre en la mochila, en un tupper. A mí no me mires, ella dice que da buena suerte comerse ese mazacote.

- Pues a mí sí me gusta y le tengo que dar las gracias a tu madre.

Se dio la vuelta y me besó en los labios con ternura. Desde que nos habíamos reunido en Londres estaba especialmente cariñosa y yo sabía que era porque aún se sentía culpable por lo de la dichosa fiesta en Santa Barbara. 

Nosotros somos independientes y eso está bien. A mí me gusta poder serlo y que ella también lo sea. Aunque todo el mundo nos tilde de poco apegados creo que eso es sano en una pareja.

Kristen no es una posesión, ni yo la suya. Lo tengo bien claro y ella lo sabe. Ella es libre para quererme hasta cuando lo decida, ambos lo somos. Pero me dolió su falta de confianza y más aún que no hubiese sido sincera conmigo.

Ya le había dicho que estaba olvidado, no me había molestado el hecho de que se hubiese quedado dos días más en L. A. por la fiesta pero sí el que me lo ocultara. Si me lo hubiese dicho no me hubiese importado en absoluto. 

Aunque lo que más me dolió fue la historia de esa tipejas. Los insultos gratuitos hacia Kristen, el poco respeto, el resentimiento que no puedo comprender y que me temo es por mí, porque estamos juntos. A mí, como dice Kristen, me importa una mierda lo que vayan diciendo por ahí de mi persona, esa es la verdad pero me saca de quicio que se metan con ella. Lloró al contármelo y me dio tanta rabia y me sentí tan impotente al escucharla… Me enferma.

Sentí que se habían metido con alguien de mi propia familia. Sí, eso es exactamente lo que sentí al escuchar a Kristen, que ella ya era parte de mi familia. 

Esas tres que decían adorarme y que me describió Kristen y tantas otras de su calaña son tan obtusas, tan simples, que no comprenden que si le hacen daño a ella me hacen daño a mí. Si la insultan me insultan, si la difaman me difaman, si la desprecian me desprecian, si la odian me odian. Porque la amo, así de sencillo.

Pero decidí no darle más vueltas. Estábamos juntos, era fin de año y todo estaba bien. La abracé más fuerte intentando resguardarla del frío y húmedo viento del estrecho que separa la Isla de Wight de Gran Bretaña.

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Volvíamos a estar todos reunidos, casi todos mis amigos y Kristen. Tom, Sam y Jamie, que este año se nos había unido y Marcus y su novia. Era la manera perfecta de celebrar un año que se iba, un año que había sido increíble, maravilloso. Había sido un vividor francés y un veterinario enamorado, había dado el paso de mudarme definitivamente a L. A., había cruzado la Norte América profunda y acababa de estar en Brasil. Si tenía que ponerle un solo pero era la incertidumbre de no saber si habría más papeles que rodar esperándome. Y eso me angustiaba y me tenía intranquilo.

Tengo que reconocer que soy un poco hormiga y tengo la sana costumbre, que me enseñaron mis padres y a ellos los suyos, de guardar para cuando no hay. Bueno, quizás sea algo tacaño en el fondo pero solo para los estadounidenses, que a mi modo de ver despilfarran desde agua hasta camisetas. A mí una camiseta me puede durar 10 años. Algunas me las ha tirado Kristen o se las ha quedado para hacer las veces de camisón porque estaban llenas de agujeros.

Pues el hecho de no tener trabajo a la vista me pone nervioso. Me hace tener paranoias con que se me va a acabar el dinero. Porque el dinero se agota, es un hecho. Llega un momento en que si no se repone se termina y para que nos vamos a engañar, es muy fácil acostumbrarse a esta vida que llevo ahora. Porque esta existencia tan maravillosa en cuanto a lo material, lamentablemente cuesta mucho dinero. Comenzando por la seguridad privada. Dean también come y mucho, y Nick y el resto del equipo, tanto el de USA como el de U. K. Son un montón de gente a la que tengo que pagar por su trabajo, es lo justo. Los alquileres de casas y coches, el personal de servicio, viajes, hoteles y por qué no, caprichos en cuanto a comida o música. Además, cuanto más exclusivo y privado es un lugar al que acudo, y no me queda más remedio que lo sea, más sale la cuenta a la hora de pagar. 

Precisamente el mes pasado me había comprado una guitarra electrónica carísima y una mountainbike un mes antes, de titanio y no sé qué más historias. Son cosas que puedo permitirme pero cosas muy costosas. 

Además, no le había dicho nada a Kristen pero Nick andaba mirándome casas en L. A., concretamente en Los Feliz, un barrio residencial muy cercano al mítico observatorio Griffith, el de ´´Rebelde sin causa´´. Yo no puedo hacer ni eso, lo tiene que hacer mi agente.

Era una idea que me rondaba por la cabeza desde que vivimos en Bel Air de alquiler y ya tenía unas cuantas villas y casas que me gustaban pero Nick estaba concretando precios con la inmobiliaria y esperaba que me enviase algo para enseñárselo a Kristen. 

Ese era mi regalo de navidad para ella, la sorpresa de ese año. Ya le había comprado una buenísima trompeta que tenía guardada en la mochila y creo que sospechaba algo pero eso no, ni se lo imaginaba.

Nick me había llamado el día anterior y me había dicho que tenía la casa que yo quería, que me enviaría en horas los datos de la inmobiliaria y unas fotografías así que estaba ansioso por llegara Ventnor y consultar mi portátil. 

Eche un vistazo a mi móvil pero no había ningún mensaje de Nick.

- ¿Pasa algo, Rob? – preguntó Kristen acariciando mi pecho.

- No, nada – dije besándola en la frente con ternura.

Kristen se fue adentro a por un café caliente y fue Tom quien me sacó de mi ensimismamiento ofreciéndome un cigarro.

- Eh, tío, ¿dónde estás?

- Ah, pensando en… cosas – murmuré.

- ¿Problemas?

- No, no, proyectos a medio plazo más bien.

- ¿Con Kristen?

- Sí, en realidad sí – sonreí.

- Genial – dijo dándome una palmadita en la espalda -. Está loca pero tú también así que…

- ¿Y tú? ¿Con quién andas?

- Con nadie pero tengo mis proyectos también – sonrió.

- Venga, suéltalo – sonreí. Conozco a mi amigo.

- Quiero volver a ver a Sienna.

- ¿Sienna Miller? – exclamé.

- Esa chica me tiene loco, tío – resopló Tom.

- ¡Sí, ya! – reí incrédulo.

- No, en serio. Lo que pasa es que no se fía. 

- No me extraña – bromeé.

- No es por mí. Lo ha pasado muy mal en el pasado. Ya sabes, es de dominio público lo del tal Law.

- Sí, por eso me extraña. Tú sabrás tío.

Tom asintió y le dio otra calada a su cigarrillo.

- ¿Y qué es eso que te hace pensar tanto? – preguntó.

- Estoy esperando a que Nick…

- ¿De qué habláis, chicos? – dijo Kristen trayendo un par de cafés bien calientes.

Miré a Tom con la esperanza de que captase un gesto que quiso decir ´´Top Secret´´.

- De mujeres – dijo Tom dándose cuenta y tomando uno de los vasos -. ¿Tú no quieres café Kristen?

- Yo lo comparto con Rob. El adicto al café es él y yo ya me he tomado uno, no quiero subirme por las paredes – dijo ella tendiéndome su vaso.

- El habla de mujeres, yo no, preciosa – dije cogiendo el café y dándole un sorbo.

- ¿Y de que hablas tú? – me sonrió.

- De nada – dije encogiéndome de hombros pero me temo que disimulo muy mal.

- ¿Algo que no deba saber? – dijo tirando de mi ropa.

- Exacto, curiosa – sonreí tomándola por la cintura y besándola con pasión. No encontré mejor manera de distraerla.

- ¡Eh, depravados. En público no! – gritó Tom metiéndose en el interior del ferry.

Miré a mí alrededor. Un par de fumadores empedernidos de más de 60 y nosotros dos. No había peligro.

- ¡No jodas Sturridge! – gritó Kristen.

- ¡Sí, eso Tom, largo! – reí.

Volví a abrazarla para darle un largo beso con lengua que no frenó como otras veces. 

- ¿Preparada para la fiesta nena? – susurré.

- Sí, lista – sonrió.

- No sé tú pero yo pienso pasármelo genial – dije de muy buen humor.

- Parece que ya has empezado – dijo melosa.

- No, que va. Espérate a que lleguemos a la casa – susurré en su oído y continué besándola.

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Habíamos vuelto a alquilar una casa a las afueras de Ventnor un lugar tranquilo, donde podíamos pasar desapercibidos, aislado del resto del pueblo y rodeado de verdes campos, frente al mar.

Quisimos comer en el mismo cotagge que el año anterior pero para nuestra sorpresa y decepción de Kristen lo habían cerrado. 

Alguien nos dijo que la crisis que sufría el país y parte del planeta estaba azotando a la isla, que prácticamente vivían del turismo británico. 

Tuvimos que comer en un restaurante oriental, nada típico y después proseguir viaje hasta Ventnor.

Nos dirigimos directamente a la casa que teníamos alquilada y nada más entrar subimos todos a las habitaciones para deshacer las maletas, o en nuestro caso las mochilas.

- Tengo algo para ti – dije sacando las cosas de mi abultada mochila.

- Ya me parecía a mí que llevabas la mochila a reventar… 

- Toma – dije tendiéndole un paquete perfectamente envuelto.

- ¿Qué es? ¿El pudding de tu madre?

- Abrelo - reí.

Comenzó a rasgar el envoltorio con rapidez, dejando a la vista un estuche de piel. Me miró con extrañeza y le hice un gesto para que lo abriera.

- Es… ¡es una trompeta! – exclamó.

- Querías aprender a tocarla ¿no? – sonreí encantado de haberla sorprendido -. Es una Monette, diseño exclusivo de Dave Monette, modificada a la usanza francesa de acuerdo al diseño tradicional de las trompetas alemanas como la Bach. Me lo he aprendido de memoria.

- Rob… - negó con la cabeza y suspiró.

- La aleación de latón no lleva cobre, lleva… espera que lo leo – dije cogiendo el prospecto que venía dentro del estuche, con la trompeta desmontada -. Lleva iridio y platino. ´´Ese es el secreto de la marca. Por eso son dúctiles y maleables. Y no lleva oro. De otra manera serian pesadas. La sonoridad se debe a este factor y al grosor, secreto también de la lámina con la cual se fabrica. Y no usa soldadura en las uniones´´. 

- Me encanta, de verdad – dijo mirándome con una increíble sonrisa y sus preciosos ojos verdes brillantes, emocionada.

- ´´Está fabricada totalmente a mano, de manera artesanal y los pistones se hacen de una sola pieza y del mismo metal, no aparte como en las demás trompetas. Las boquillas son otro plus de las Monette ya que el fabricado de la boquilla lleva medidas super milimétricas para la meseta y profundidad del granillo. Por eso que las trompetas Monette son reconocidas en todo el mundo´´. Bueno, pone todo eso.

- Rob… gracias - no continuó hablando. Solo se puso de puntillas para rodear mi cuello con sus brazos y besarme lenta y apasionadamente.

- De nada, amor. A mí también me encantó tu regalo.

- ¿Oh, lo del cine al aire libre? No sabía que regalarte aparte de… Bueno…– sonrió azorada -. Me pareció… original. Y sé que echas de menos ir al cine como antes.

- Sí, ver Easy Rider en tu camioneta, escondidos en ese parking fue genial – sonreí al recordarlo.

- Me metiste mano – rió.

- Y te hubiese hecho algo más si no fuéramos quienes somos, nena – susurré en su boca - ¿Qué más ibas a decir?

- Me has pillado. Tengo otro regalo pero es para cuando volvamos a L. A. para los Teen Choice.

- ¿Qué es? – murmuré tomándola por la cintura, atrayéndola hacia mí.

- Sorpresa. Una bobada que sé que te gusta. Y no insistas, que no te diré nada más. Solo que te gustará, seguro.

- Puedo intentar… sonsacarte – sonreí con toda la intención, provocándola.

- No lo lograrás.

- Déjame probar, preciosa – susurré posando mis labios sobre los suyos, besándola con toda la pasión que pude, provocándola.

- Soy… fuerte – jadeó quedamente enredando su lengua con la mía.

- ¿Cuánto, amor? – sonreí.

...CONTINUARA...