FanFIC no.110 'Rutinas. Rob'

Somos un Blog ROBsessed, donde solo deseamos seguir contando la versión de Irina en la historia Robsten como lo veníamos haciendo anteriormente. Este FanFic es parte medular de este Blog ROBERT PATTINSON EN ESPAÑOL, razón por la cual  suplicamos RESPETO al comentar los relatos. Si No os sentís preparados para leerlos No lo hagáis, eso no va a ofender a Irina. Pero rogamos evitéis críticas destructivas que si pueden molestar mucho y crear mal ambiente en el Blog.

Asi quedarán organizados los FICs en este blog:

LUNES:  FanFic Robsten de Irina
                     Fic la Fundación de VTeam 
MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim
MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina 
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim
                   Fic la Fundación de VTeam  
VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina

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FanFIC no.110

"RUTINAS. ROB"
Imágenes: Elena

Debería bastar con amar. A mí me bastaba con que ella me amase, me bastaba con cuidarla. No pedía más. Ni menos. 

Pero intuía que esa vida apacible de rutinas que a mi tanto me gusta no le encajaba del todo a Kristen, que ella es un espíritu inquieto y que se aburría, que en el fondo le ahogaba la rutina. 

Un culo de mal asiento, dice que le dice su padre siempre. Ella cree que lo ha heredado de su madre que llegó a los Estados Unidos desde Australia buscando triunfar como directora de cine.

A veces la notaba distante, con la mirada soñadora, perdida y me daba cuenta de que estaba lejos de mí y sabía que no, no le bastaba.

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Kristen instauró la cena de los viernes cuando vivíamos en Baton Rouge. Una noche para charlar, sin tele, escuchando música y tocando la guitarra.

Preparaba unas cenas increíbles, a veces para nosotros solos y otras para el resto de nuestros compañeros. Cocinaba pasta y le echaba de todo, salchichas, peperonni, jamón y una salsa de tomate riquísima y queso parmesano, mucho queso. Y yo me ponía morado.

También hace una lasaña estupenda, tacos y una sopa de tortilla exquisita. Todos, empezando por Bill, coincidían en que es una estupenda cocinera.

Otras veces, según ella para relajarse, horneaba su deliciosa tarta de nísperos. Aunque si se le hace demasiado se pone histérica así que no sé si de verdad le relaja. Yo el estrés me lo quito principalmente durmiendo. Y es que en el fondo soy un tipo aburrido, lo sé.

Me compré una bici para dar paseos por el campo, cerca de la casita que teníamos alquilada a las afueras de Baton Rouge y de paso no tener que ir tanto al gimnasio. Me fastidia soberanamente eso de ir al gimnasio. Kristen a veces me acompañaba. Esa fue la mayor ´´locura´´, que hice ese invierno.

Y lo cierto es que a ella le encanta cocinar y agasajar a sus invitados, es una buena anfitriona. Incluso había pedido un televisor para poder ver programas de cocina en los tiempos muertos en el set, entre toma y toma y aprender nuevos platos. Esa era su único capricho de diva mientras rodábamos.

A veces parece empeñada en complacer a cuantos le rodean y yo no sé ni hacer tostadas. Pero intento suplir mi ineptitud haciendo la compra, poniendo elté, encendiendo la chimenea y preparándole baños de espuma. Ella se enfada porque dice que no es que no pueda es que no lo intento, y tiene razón. Me da una pereza mortal meterme en la cocina, esa es la verdad. Prefiero ir a hacer recados. 

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Una tarde de finales de noviembre llegué tarde a casa. Había salido a hacer un encargo que me había pedido Kristen. Quería que comprase tomates maduros, no verdes o medio maduros. Me lo especificó claramente, los necesitaba para preparar una pizza casera y sé cuándo debo tomármela en serio.

En la tienda habitual donde solía comprar no tenían tomates maduros y me recorrí medio Baton Rouge intentando encontrarlos y a la vez procurando ser discreto y que no se me viese mucho.

Llegué muy satisfecho con mis tomates y me encontré a Kristen lidiando con la masa.

- Por fin, pensé que estabas plantándolos – gruñó sarcástica quitándome la bolsa de las manos con impaciencia.

Lavó los tomates, los cortó en pedazos colocándolos sobre la masa con unas gotas de aceite de oliva por encima, albahaca, especias y mucho queso, a toda velocidad, mientras yo bufaba molesto delante de ella, guardando en la nevera latas de cerveza y un par de botellas de zumo de arándanos que había comprado porque sé que le gusta.

- Encima de que me he ido al culo del mundo a por ellos…– dije enfadado por sus malos modos.

- ¡Rob, no exageres! – dijo poniendo los ojos en blanco.

- ¡Podías agradecérmelo al menos, joder! – grité enfadado.

- Vale, te lo agradezco – dijo mirándome justo cuando metía al horno la placa con la pizza sin ponerse los guantes de cocina.

Al sacar las manos se rozó con el horno precalentado y aulló. Se agarró la mano y me di cuenta de que se había quemado.

- Kristen… ¿estás bien? – dije corriendo hacia ella.

El enfado me había desaparecido por completo en ese mismo instante.

- ¡No, me he quemado, mierda!

- Pon la mano bajo el agua. ¿Es mucho? – dije con ternura y preocupación a partes iguales.

- No, tranquilo, no ha sido tanto – susurró mirándome con los ojos fijos en los míos.

Abrí el grifo del fregadero y le ayudé a poner la mano bajo el agua.

- Lo siento amor, no debí distraerte – susurré besando su pelo, apenado.

- No es nada, solo ha sido este dedo ¿ves? Me tenía que haber puesto los guantes.

Tomé su mano y besé su dedo algo enrojecido, luego lo chupé suavemente.

- No debí ser tan borde contigo – me dijo con tristeza. Estaba a punto de llorar -.Tu siempre eres dulce y considerado y yo… yo soy idiota. Lo siento.

- Y yo no debí gritarte. Anda, ven aquí – susurré.

La estreché entre mis brazos besando su frente. Sentía tanta ternura por ella en esos momentos…

- Está todo lleno de harina - dijo Kristen suspirando con fuerza, mirando a su alrededor.

- Sí, tienes harina en todas partes menos en la nariz - cogí un poco en los dedos y le manché su nariz respingona riéndome -. Ahora también aquí.

- ¡Eh! – chillo riéndose –. ¡No me manches! 

Y cogió un puñado de harina y me la lanzó manchándome la cara y el suéter.

- ¡Te vas a enterar! – rugí y ella dio un grito para escapar de mí.

Yo hice lo mismo y comenzamos una batalla campal de harina, persiguiéndonos alrededor de la isleta de la cocina. Finalmente la alcancé y la sujeté con fuerza contra mi cuerpo, hundiendo la nariz en el hueco entre mi cuello y hombro y aspirando lenta y profundamente, posesivo. Ella no intentó soltarse de mis brazos y suspiró con fuerza. 

- Hueles tan bien, preciosa – le susurré al oído apretándola firmemente de la cintura.

El ambiente cambió rápidamente entre nosotros. Kristen se giró aferrándose a mi suéter manchado de harina y yo la besé apasionadamente, introduciendo mi lengua entre sus labios ansiosos, hasta dejarla sin aliento, como a ella le gusta, sintiendo potentes las placenteras sensaciones que ella me provocaba apretándose a mí tan sensual. La agarré con fuerza por la nuca mientras intensificaba el beso, profundizando con mi lengua en su boca.

Apenas fui consciente de que había deslizado sus pequeñas manos bajo mi suéter cuando ya sentí sus dedos siguiendo el camino que mi vello dibujaba por debajo de mi ombligo. Me acarició mientras mi erección se clavaba dura en su vientre.

No sé porque en ese momento me vino a la cabeza la escena de sexo de ´´El cartero siempre llama dos veces´´, con Jessica Lange y Jack Nicholson. La tome por la cintura y la alcé para sentarla sobre la encimera de la isleta de la cocina tremendamente excitado.

Rápidamente tiré de mi suéter quitándomelo, la tumbé sobre la encimera manchada de harina retirando bruscamente todos los utensilios que nos estorbaban y una nube de harina nos rodeó. Me quité los pantalones, los calzoncillos y los calcetines. Acto seguido tiré con fuerza de sus bragas y levanté su camiseta dejando expuestos sus dulces y pequeños pechos que acaricie posesivo. Kristen abrió sus piernas jadeando de deseo y yo acaricié su sexo comprobando la humedad en su entrada, con mis dedos.

- No nos enfademos… –susurré lubricando bien su sexo.

- No, no… gimió mirándome a los ojos.

- Solo hagamos el amor – jadeé embistiéndola con fuerza.

- ¡Oh sí… Qué gusto! – gruñó arqueándose entera sobre la encimera.

- ¡Necesito sentirte, nena. Déjame sentirte!

Y volví a penetrarla profundamente. Comenzó a gemir mi nombre. Le temblaban los labios al pronunciarlo y yo me perdía en esos sonidos hermosos, sensuales, los que yo le provocaba. Alcanzó mis labios con sus dedos, metiendo su dedo magullado en mi boca y yo se lo chupé suavemente.

Tenía que serenarme si no acabaría demasiado rápido. Ralentice mis penetraciones para hacerle el amor sin prisas, como si su cuerpo tuviese el don de hacer desaparecer todos los reproches, las luchas, las rutinas.

- Te… amo... – murmuró esas palabras maravillosas en mi oído a la vez que asimilaba cada una de mis incursiones en su cuerpo, levantada, abrazada por el mío, aferrada a mis hombros con sus preciosas piernas enroscadas en torno a mis caderas. 

La inmensa necesidad de sentirla llegar era cada vez más apremiante, crecía y se expandía al igual que el deseo y el placer.

Comenzó a cerrarse con fuerza alrededor de mi pene, procurando retenerlo mientras nos mirábamos a los ojos con una intensidad desbordante. Estábamos disfrutando de la visión del placer en la cara del otro. Con una expresión cercana a la tortura, el ceño fruncido, la boca abierta. Ya no lo soporté más y me vi obligado a incrementar el ritmo. 

Ella cerró los ojos y se abandonó en mis brazos. La sujete con fuerza y ella se fue dejando arrastrar por mi orgasmo, con su vientre convulsionando y mi miembro palpitando de forma cada vez más violenta, perdidos en un mar de gemidos. 

No importaba nada más que nosotros dos y esa explosión de placer al unísono, perturbador y arrasador como siempre.

Y llegó la calma a mi cuerpo y a mi alma. Ella acarició mi nuca tendiéndose sobre mi cuerpo aun agitado y yo la bese chupando sus dulces labios, borracho de placer.

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La dejé sentada sobre la encimera, sonriente, desnuda y manchada de harina. Me miré y yo no estaba mucho mejor. Me sacudí la harina haciéndola reír.

- ¿Qué tal el dedo, amor? – pregunté aun sofocado.

- Bien, no es nada, en serio – sonrió -.¿Me abres esa botella de vino y me sirves un poco?

- Ahora mismo – dije cogiendo la botella y abriéndola -. ¿Tinto?

- Sí, pega mejor con la pizza. Por cierto ya estará hecha.

- No te muevas de ahí. Ya la saco yo. No quiero que vuelvas a quemarte, preciosa.

Así lo hice. Kristen continuaba riéndose, esta vez seguramente del espectáculo que representa verme agachado junto al horno completamente desnudo.

- Vaya vistas – rió.

- No te quejarás – dije posando la placa con la pizza sobre la encimera y ayudándole a Kristen a bajarse de ella.

Ella se puso a servir las copas sin hacer caso de la harina que cubría su hermoso y pequeño cuerpo y me tendió una.

- Está muy bueno este vino, ya verás.

- Sí, muy bueno – dije dando un pequeño sorbo y paladeándolo -. Pero no tanto como tú.

Me acerqué más a ella, inclinándome para besarla en la frente, dejando mi copa posada sobre la encimera. Kristen dejó su copa junto a la mía y de pronto me abrazó por la cintura con ambos brazos, fuerte, apoyando su mejilla sobre mi pecho. 

Yo cerré los ojos, la abracé también y me abandoné a ese gesto de cariño, disfrutando de cada segundo que duró el contacto sin entender del todo el significado que tenía ese impulso.

Después me soltó y se puso a servir la pizza en los platos, mientras yo la miraba embobado.

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Terminamos cenando desnudos de pie con la cocina llena de harina, tomando vino y como siempre hacemos, escuchando antiguas canciones de blues y jazz.

- Está riquísima preciosa – dije metiéndome a la boca el último bocado.

Sonrió sirviéndome otro trozo.

- ¿Sabes qué? Creo que voy a aprender a tocar la trompeta – dijo de pronto.

- ¿Y eso? – levante las cejas extrañado ante su ocurrencia.

- Quiero hacer cosas nuevas, distintas y me apetece tocar la trompeta.

- Pues adelante – reí.

- Siento que… que quiero hacer tantas cosas en mi vida… ¿sabes? Dakota ha decidido matricularse en la universidad he irse a N. Y. Me da envidia sana - suspiró.

No sé por qué en ese momento sentí una punzada como de desasosiego en mi interior, como si esos pensamientos la alejasen de mí y me sentí egoísta y mezquino por ello.

- Pues eso de tocar la trompeta suena muy bien, preciosa – dije intentando disiparlos de mi mente.

- Sí, creo que sí.

- Suena muy… erótico.

- Degenerado – rió posando su copa sobre la isleta de la cocina y tomó la mía para hacer lo mismo con ella y después me beso en la boca con pasión.

...CONTINUARA...