FIC IRINA '50 Sueños de Verano' Relato 42 'El prado'

Los FICs de este Blog quedan organizados de la siguiente manera: 

LUNES:  FanFic Robsten de Irina,      

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MARTES:  Fic 'El fin del Mundo' de Xim

MIÉRCOLES:  FanFic Robsten de Irina     
JUEVES: Fic 'El fin del Mundo' de Xim

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VIERNES: Fic '50 Sueños de Verano' de Irina
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Aviso sobre los FICS, sobre todo dirigido a las chicas más jóvenes que nos leen ya que aparecerá contenido sexual explícito, con palabras y situaciones (Lemons). Personas impresionables fácilmente  dejamos a vuestra conciencia la decisión de leerlo o no.                         

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FIC-IRINA  50 Sueños de Verano'

Cap XLII "EL PRADO"

por IRINA (Irene Mendoza)
Imágenes: Elena

Sueño que estoy en su cama, que él me abraza, me acaricia. Después mis ensoñaciones cambian. Sueño con su aroma intoxicante, con amaneceres neblinosos, con cervatillos que corren por oscuros bosques y prados llenos de flores.

* * *

Regreso de Seattle, de ese viaje relámpago por trabajo confusa. Algo ha cambiado en mis ensoñaciones. Cada vez son más reales pero ahora la intensidad de las mismos me hace tener… ¡orgasmos en sueños!

En estos últimos lo he llegado a mezclar todo: al Grey de las 50 sombras con Rob en los escenarios de Crepúsculo. Seattle y Forks. Debo estar enloqueciendo.

Estoy tumbada en la cama y hace un sofocante calor. Echo de menos el frescor de Seattle, la lluvia, el verde de las montañas. 

Estoy sola, viendo las luces de mi ciudad en esta noche de verano la ventana abierta pero no entra ni una ráfaga de la brisa que tanto anhelo, solo el ruido de la ciudad con las sirenas de los coches de la policía, alguna ambulancia de vez en cuando y el incesante tráfico urbano. Estoy con el portátil encendido, rebuscando fotos de Rob sobre la cama, desnuda, sintiendo como pasa el verano. Me siento agotada por el viaje y me quedo dormida enseguida.

* * *

La niebla lo envuelve todo, incluso a mi y siento que está húmeda y proviene de la misma tierra, de los bosques de abetos que veo como difuminados por retazos blancos y algodonosos. El sol apenas puede traspasar esa bruma espesa y tan solo alcanza las copas de los altísimos árboles milenarios. 

El frescor del bosque es agradable. Me siento extrañamente ligera y descansada y muy receptiva a todo cuanto veo y escucho. Incluso creo haber oído a una ardilla saltar de un árbol a otro a la vez que a un búho ulular y todo tipo de ruidos de animales escondidos entre la espesura. No tengo que atender para diferenciar cada sonido es como si… como si tuviese la capacidad de escuchar con total nitidez ruidos casi inaudibles y simultáneos. Creo que incluso estoy escuchando crecer al mismísimo bosque.

Camino entre la espesura llena de líquenes y musgo. Es un paraíso verde y solitario. Pareciera que los animales se esconden a mi paso, huyen. Las ramas y los troncos verdosos comienzan a espaciarse. Estoy llegando a un claro. Un riachuelo serpentea muy cerca. Oigo el musical sonido del agua discurriendo entre las rocas en dirección al lecho de un río que percibo muy cercano. Noto su humedad fresca y cantarina.

Los rayos del sol, comienzan a traspasar la espesura y de pronto me encuentro en un claro libre de maleza, luminoso, abierto y lleno de flores malvas, rosadas, blancas o lilas.

Un perfecto círculo bañado por la luz del sol del atardecer, de hierba mullida y de una atmósfera perfumada por el aroma que desprenden las hermosas y delicadas flores silvestres.

Me doy cuenta automáticamente de donde me encuentro, estoy en el prado y levanto mi mano para que la luz del sol la toque y de mi piel, pálida y tersa como el mármol, surgen destellos brillantes, como diminutos diamantes reflectantes.

De pronto, desde el profundo bosque surge un ruido, parece un animal corriendo pero no, no lo es. Agudizo todos mis sentidos. Más bien parece alguien corriendo raudo, sorteando la maleza y las ramas sin ningún esfuerzo. Siento como todos mis sentidos están alerta y sin querer mi cuerpo se tensa como el de… el de un depredador que está dispuesto a saltar sobre su presa.

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Un leve crujido de la hojarasca me hace girarme bruscamente y ahí está, frente a mí, en el linde del claro, el ser más hermoso que jamás he visto. Digo ser porque a pesar de su apariencia no parece realmente un ser humano. Está inmóvil, observándome, no parpadea y parece que ni respira. Es un hombre joven, vestido con una camisa sobre una camiseta y unos sencillos pantalones vaqueros. Es muy guapo, realmente hermoso, su rostro parece esculpido por algún maestro renacentista. Da un paso y en realidad ha avanzado hasta llegar hasta mí sin que apenas haya percibido sus movimientos. Parece como si volara o flotara sobre las flores y la hierba.

Debería asustarme pero no lo hago porque en cuanto se adentra en el claro, la luz se comporta sobre su piel como sobre la mía, extrayendo de ella destellos cristalinos.

Somos iguales, dos seres de apariencia humana pero que no lo son en realidad. 

En cuanto se planta frente a mí me doy cuenta de la perfección de sus pómulos, que parecen cincelados, sus labios tersos y perfectamente delineados, su perfil y su mandíbula pétrea, su frente amplia y recta, su cuerpo delgado de músculos largos y me doy cuenta de que lo único que parece tener vida real en él es su pelo cobrizo, abundante y movido por la brisa que llega hasta mi nariz con el aroma del mar. La costa está cercana, pienso a la vez que analizo los rasgos de este ser que parece un ángel de alabastro. Mi mente trabaja a toda velocidad, sin problemas, recogiendo información de todo cuanto me rodea mientras le observo extasiada.

Ambos nos miramos a los ojos y le reconozco, sé inmediatamente quien es. Es Edward y soy una vampira, como él.

* * *

- ¿Dónde te habías metido? – susurra Edward, mientras sonríe con dulzura y sé que jamás he visto nada más hermoso sobre la tierra.

Su voz aún resuena en mis oídos. Es suave, como una caricia, profunda a la vez, muy clara y sobre todo y ante todo tremendamente sensual. Con solo esas palabras ha excitado todo mis sentidos. 

- No lo sé – murmuro confusa -. ¿Soy una vampira?

Acerca su mano a mi rostro y lo acaricia. Noto como se me eriza el vello, como me estremezco, como mis labios se entreabren y como se humedece mi intimidad mientras mis pupilas se dilatan a la vez que las suyas, que son una mezcla del color del caramelo líquido y el oro.

- Sí, eres una neófita pero que se controla sorprendentemente bien para serlo, amor – dice tomando mi mano.

Le acompaño. Camino a su lado, de su mano y noto una extraña sensación recorriendo todo mi ser, un torrente de eléctrica avidez que me hace querer tocarle, besarle. Edward me mira de pronto y la intensidad de esa mirada lo dice todo. Me desea, al igual que yo a él.

* * *

Corremos a través del bosque, juntos, mirándonos de vez en cuando y sonriéndonos, jugando a alcanzarnos el uno al otro, saltando sobre los árboles y esquivando los troncos caídos.

La tarde declina y suavemente llega el crepúsculo sobre ese universo verde que nos rodea. Paramos y volvemos a caminar al ritmo de los seres humanos. De nuevo nos tomarnos de la mano.

- Estamos llegando a nuestra casa, está cerca – susurra Edward con su maravillosa voz, profunda, sugerente.

Soy consciente de que percibo cada mínimo cambio en su estado de ánimo gracias a las cadencias de su voz y ahora se ha vuelto… sexual.

Otro claro del bosque y el olor a salitre entra por mis fosas nasales sin que apenas olfatee el aire.

- Huele a mar – murmuro.

- Sí, si te subes a esa loma puedes ver La Push al fondo – me dice con una sonrisa.

Lo hago en dos ágiles zancadas. Contemplo el paisaje. Todo es tan perfecto y extraordinario… hermosísimo. Me vuelvo para buscar su mirada, él está ahí observándome y le llamo desde arriba.

- ¡Ven Edward, ven aquí conmigo!

Edward me sigue, llega hasta a mí en un segundo y se pone a mi espalda tomándome por la cintura. Sus manos acarician mi cintura y yo las tomo entrelazando mis dedos con los suyos. La suavísima piel de su mejilla se posa sobre la mía, la acaricia con la suya y mis entrañas se contraen anhelantes. Soy tan receptiva a las sensaciones que me provoca su contacto, me hace sentir con tanta facilidad que aunque no lo necesito suspiro para coger aire con fuerza.

Nos quedamos así aferrados juntos, viendo la puesta de sol sobre la playa, sintiéndonos el uno al otro, sin prisa.

* * *

El último rayo de sol se esconde en el horizonte sobre las aguas del Océano Pacífico y Edward y yo bajamos de la colina en dirección al bosque oscuro y silencioso.

Sus manos se cierran alrededor de mi cintura, despacio, transitando por mi vientre, acariciando mis caderas y yo no puedo apartar mis ojos de su belleza. 


Unos ojos que ven en la oscuridad. Los suyos me miran con una profundidad e intensidad que me atrapa. Puedo apreciarle perfectamente y él a mí. Me sonríe con una maravillosa sonrisa torcida, tan fascinante como sensual y se detiene unos instantes, inmóvil, para luego tomar mi rostro entre sus manos suaves y sorprendentemente cálidas. 

Mi corazón debería estar latiendo desesperado pero no escucho ningún sonido que provenga de mi propio cuerpo. Exhalo despacio con los labios ligeramente entreabiertos. ¿Debo sentir… temor?

- Te… deseo… pero… - jadeo. 

- No temas mi vida, no temas nada – susurra sonriéndome con tanta dulzura que algo en lo más profundo de mí parece licuarse y expandirse por el resto de mi organismo. 

Edward me mira con deseo, intensamente, casi venerándome y me besa con desesperada avidez, lenta y apasionadamente.

Un calor extrañamente dulce recorre todo mi cuerpo. 

Respondo a su beso con la misma intensidad, enredando mi lengua con la suya y me entrego a su dulce sabor.

- Eres… cálida – susurra en mi boca.

Le deseo de una forma desmedida, no humana. Es una necesidad animal, salvaje y tan poderosa que me turba y me embriaga.

- Eres suave… amor.

Y Edward me atrae hacia él con más fuerza, haciéndome notar sus ganas y me besa de forma arrasadora, acariciándome con su lengua despacio, mordiéndome suavemente los labios.

...CONTINUARA...