domingo, 18 de mayo de 2014

Robert Pattinson anima Cannes desde el fin del mundo


Por Manu Yáñez
Con el enigmático intertítulo de “10 años después del colapso”, arranca The Rover, la nueva película de David Michôd y el primero de los dos títulos que ha venido a presentar a Cannes el actor Robert Pattinson. Incluida en la sección de proyecciones de medianoche, The Rover es una suerte de neo-western post-apocalíptico ambientado en las imponentes llanuras australianas. Con ecos de Mad Max y abrazando el mismo nihilismo brutal que propulsaba el anterior film de Michôd (Animal Kingdom), la película reincide en el interés del director por explorar una masculinidad despojada de todos sus nexos con la civilización. Se trata de rastrear la esencia primitiva de unos hombres que ejecutan de forma sistemática la máxima hobbesiana de que “el hombre es un lobo para el hombre”.

En este escenario marcado por la violencia más seca e inclemente –heredero de la literatura de Cormac McCarthy– sobresalen dos figuras que dan vida a una historia que, por momentos, corre el riesgo de convertirse en un pintoresco y desangelado freak show. Por suerte, los dos protagonistas (Guy Pierce y Robert Pattinson) consiguen animar un film marcado por una rítmica lánguida, morosa: un manto de tenso sosiego sobre el que erupcionan súbitos estallidos de violencia. Minimalista hasta el extremo –es la película de un hombre que busca recuperar su coche y poco más–, The Rover se permite romper puntualmente con su analgesia emocional para perfilar una extraña historia de complicidad entre dos hombres.
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Dos tipos peligrosos interpretados por un dúo de actores en la cima de su arte. Por un lado, el siempre efectivo Guy Pierce, que aquí da vida a un hombre a unas bermudas pegado. Lacónico hasta el extremo, Pierce –majestuoso, como siempre, en el apartado atlético– brilla en un par de escenas que exigen el máximo de su habilidad para convertir la mirada en una fuente polisémica de estados de ánimo y emociones. Sin saber cómo, en cuestión de milisegundos, percibimos en sus ojos una catarata de furia, tristeza, abatimiento, compasión…

Y, luego, en el otro lado del ring, encontramos a un Robert Pattinson que exhibe unas condiciones actorales que se le desconocían hasta el momento. En la piel de un niño grande con pocas luces y con pinta de perro apaleado, su personaje va revelándose poco a poco como un implacable animal de caza y, sobre todo, como un parlanchín nada locuaz. En un mundo, el del film, dominado por el cinismo y el horror, Pattinson emerge como una figura atípicamente ingenua. Con la mirada siempre al borde del extravío y preso de un torrente de tics, el trabajo de Pattinson remite lejanamente al delBrad Pitt de 12 monos. Habrá que ver si este excéntrico esfuerzo actoral logra alguna recompensa en la avalancha de premiaciones que marcaran el final del año cinematográfico
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1 comentario:

  1. me alegra que la peli haya gustado y las actuaciones más. genial ¡¡

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